Mi
amor imposible es mi cuñado, el marido de mi hermana, pero
él no lo sabe, ni lo sabrá jamás, qué remedio me queda.
Yo por la felicidad de mi hermana, lo que sea. Pero la cita a
ciegas era para mí. Me había comprado para la ocasión un
precioso corsé rojo
pasión. Sí, ya se que igual fui muy atrevida, pero a ver,
ambos éramos conscientes de que el posible revolcón era
eso, posible, a pesar de que iba a ser la primera vez que nos
veíamos. El problema fue la Navidad.
Entre tanto polvorón, turrón y demás dulces traicioneros,
el corsé me quedaba como el culo, rebosaban las carnes que
daba asco y no se me ocurrió mejor idea que mandar a mi
hermana a la cita. Teníamos pensado deshacer el entuerto
cuando yo adelgazara un poco, pero no fue posible, para qué
les voy a contar más.
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