Todavía me estoy recuperando de la última escapada a Madrid. Ya es el quinto mes que lo hago y cada vez disfruto más de este fin de semana loco: museos, exposiciones, tiendas, teatro y cena del sábado.! Quien me ha visto y quien me ve¡
Pero voy a empezar por el principio. Me llamo Teresa y soy viuda, muy a pesar mio, desde hace diez años. Desde muy pequeña tengo una atracción fatal por la aventura. Fantaseaba en mis noches de insomnio con viajes exóticos, situaciones misteriosas y decisiones arriesgadas que llenaban de emoción y color días y dias de desgana y monotonía. Yo era la heroína de mis fantasías y salía airosa de todos los enredos en los que participaba.Pero esa atracción por la aventura no llegó nunca a materializarse. El miedo que sentía ante lo desconocido hizo que la aventura quedase durante muchos años oculta en mi imaginación. Después me casé y los hijos, el marido y la casa llenaron de dedicación , trabajo y preocupación los espacios que antes llenaba de fantasía.Ahora ya soy mayor y mis hijos también . La vida hizo que perdiese el miedo a lo desconocido y saqué los deseos a la luz. Mis hijos colaboraron regalándome un móvil de última generación, seguro que para tenerme controlada por el watsapp... pero no sabían que al perder el miedo recuperaría toda la libertad que con él tenía hipotecada. Empecé a viajar, primero con el imserso y siempre con mi amiga Luz. Pero hace dos años Luz rompió una cadera y quedó un poco perjudicada para viajar y no me quedó más remedio que lanzarme sola al mundo. Mi primer viaje en solitario fue a la Costa Brava, iba con cierta revoltura de estómago pero se arregló con un par de visitas al baño antes de embarcar, y, nada más despegar ya sentí como si toda la vida hubiese viajado así.Todo me pareció muy bonito y conocí a mucha gente pero ese viaje merece la pena ser recordado porque allí conocí a un matrimonio que había viajado por varios paises y contaba experiencias de comidas en casas particulares que despertaron mi curiosidad. Google en mis ratos de soledad completó la información, llevándome hasta aplicaciones que facilitaron mi acceso a esas comidas y preparé un viaje a Madrid sólo con la idea de poder participar yo también en una, pero antes de encontrar las fuerzas necesarias para enfrentarme a lo desconocido hice tres viajes más, estos sin el imserso porque confiar en mi misma era fundamental para seguir dando pasos hacia la aventura.
La primera vez que me apunté a una cena con desconocidos fue la peor, como toda primera vez. Estaba muy nerviosa y los conocimientos adquiridos en la Universidad sólo me sirvieron para saber que me tocaba escuchar y no decir ni pio. La cena fue en casa de una señora muy atractiva y culta, Keka, con la que ahora chateo a diario, y el tema era la ciencia. Yo que siempre fui de letras me sentí como un pulpo en un garaje pero me resultó muy interesante. Erámos doce personas, todos desconocidos que a través de Cookapp contactamos y pagamos nuestro cubierto, estupendo, por cierto. Keka y el invitado especial completaron la mesa haciendo de la cena una experiencia inolvidable. El invitado era un científico del centro de investigaciones biológicas, Paco, con el que quedé para ir a su casa en otra ocasión y conocer a su mujer. De los avances científicos no me quedó mucho pero si que desde entonces leo más sobre el tema, incluso me atrevería a preguntar algo si se diese la ocasión. Los demás comensales un amor, hablaban de todo y era unas delicia escucharlos, con ellos yo también hice mis pinitos, les di la receta de la empanada de bonito y se rieron mucho con mis ocurrencias
El siguiente mes no había sitio en casa de Keka , compré la cena en casa de un matrimonio que había estado mucho tiempo en París viviendo y estaban enamorados de la gastronomía española. Sus cenas abiertas eran siempre con un Chef de Partie que además de cocinar exquisitos platos, compartió con nosotros secretos culinarios y anécdotas haciendo las delicias de todos( debería decir todas ,ya que el único hombre era el anfitrión )y creando un ambiente muy familiar, vamos como si estuviésemos en la cocina de casa.
Si esta me resultó encantadora la del mes siguiente no os quiero contar. Aquí no sólo hablé sino que me desnudé, bueno mataforicamente hablando, porque el invitado era una especie de gurú psicólogo y encantador de serpientes que hizo que todos saliésemos de nosotros mismos y pusiésemos sobre la mesa nuestros miedos. Acabamos todos a carcajadas, En esta cena congenié desde el minuto cero con Eugenia. Es como si fuera mi alma gemela. La adopté como hermana y desde entonces estamos en continuo contacto, ¡qué sensación tan maravillosa es tener una hermana! mis padres no me la dieron pero estábamos destinadas a encontrarnos. Apareció en mi vida justo cuando estaba preparada para recibirla.
Yo ya había perdido todos los miedos y a la siguiente ni tan si quiera pregunté quien era el invitado y por lo tanto el tema de conversación. Casi me desmayo al verme sentada al lado de José Antonio Marina. En esta cena había gente más joven que en las otras y no éramos doce sino dieciocho, veinte con la anfitriona y Marina. Disfruté mucho porque las madres, sin estudiar pedagogía, sabemos algo del tema, y como yo era de las mayores todos querían escuchar de mi experiencia lo que Marina contaba como teoría. Fue una noche completa, Eugenia me acompañó y acabamos en su casa tomando un café mientras amanecía después de hablar y hablar en un tugurio de mala muerte en el que entramos como dos jovencitas a tomar una copa. Las dos coincidimos con Marina en que la valentía, no la ausencia de los miedos, es lo que hace que nos enfrentemos a ellos y seamos libres. Si os contase la vida de Eugenia lo entenderiáis mejor pero me estoy enrollando y quiero contaros la cena de esta semana porque los museos, exposiciones y demás pasaron a simples entremeses, llenan el tiempo de forma agradable mientras espero la cena pero no merece la pena hablar de ellos.
Pues la cena de mi última escapada a Madrid pensaba que sería un volver a la infancia, sin miedos ¡jajaja! pero hubo de todo.El invitado en esta ocasión fue un artista ambulante, Toni, ganador del concurso internacional de Leganés de Estatuas Humanas. Yo no sabía que esto existía y que Leganés era el segundo certamen europeo en prestigio y asistencia de este tipo de artistas. Hoy los comensales eran diferentes, había varios con rastas y vestidos de aquella manera, uno joven pero curioso que hacía muchas preguntas, luego nos enteramos que estaba haciendo un trabajo de investigación para una revista,dos chicas que hacían malabares en una ONG dedicada a niños. También sacaban sus perrillas los fines de semana en el retiro.y Eugenia y yo que en la vida hicimos nada de esto pero nos pareció divertido.
Pero después de las preguntas obvias e intranscendentes de cómo aguantan sin moverse, sin ir al baño...la conversación profundiza en las condiciones de trabajo en las que desarrollan su actividad, siempre al aire libre, con sol, calor, frío, lluvia o viento.Siempre con la incertidumbre de que guste al públíco y este responda con sus monedas. Según parece tienen una gran preparación física para poder estar horas en la misma posición sin traslucir ningún signo de cansancio y además una gran preparación emocional para detener el tiempo y poder fijar su atención a pesar del movimiento de alrededor. Son artistas de vida frugal, ejercitan y estiran sus músculos y a pesar de ello acaban con dolores musculares, me tranquiliza saber que casi todos están dados de alta a la seguridad social como autónomos porque no es raro que pierdan hasta dos kilos en cada función, se desmayen por el calor y aguanten estaticamente muchos kilos para que su estatua llame la atención del viandante. Toni irradiaba paz por todos sus poros, la práctica del silencio le lleva cada día a la armonía, el equilibrio y la concentración y se ve en su forma de ser, lo mismo que le encanta lo que hace.
Las chicas malabaristas quitándole hierro a los comentarios de Toni sacan de sus bolsas mazas blancas y bolas de goma de colores y nos invitan a probar lo que en ellas se ve tan fácil como respirar pero que no lo es. Yo lo intenté con tres bolas y las fui quitando hasta quedar solo con una y no siempre atinaba a pasarla de una mano a otra.
La cena termina muy animada, Toni nos cuenta el secreto de las estatuas que parece que flotan y Eugenia y yo volvemos al tugurio del mes pasado a disfrutar de nuestra amistad y a tomar la última.
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