Tras
una noche de fiesta, bebiendo copas sin control, despertó en cama
ajena, disfrutando del perfume que expelía su compañera de juerga.
Aquel
aroma quería recordarle a algo o a alguien, y sin abrir los ojos por
la resaca, intentó adivinar a pesar de su mente embotada, dónde o a
quién lo había olido antes de ahora. ¡Ostia, mi casera!, gritó,
abriendo los ojos mientras escapaba semidesnudo de la habitación,
sin percatarse que aquella bella joven compartía gustos con la
susodicha.
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