“…bendita sea la boca que da besos y no traga monedas y no traga monedas…”. Así sonaban los acordes y letras de la canción y a María se le revolvía el estómago creándole un malestar que la desmadejaba y la ponía contra la pared. Era como si sonara la voz de la conciencia:”¡Ay bonita que tu caros los vendes!, los besos y todo lo demás claro porque hay que ver cómo has entregado tu compañía, tus sueños , todos tus quehaceres, la vida entera a este vejestorio repugnante”. “Todo sea por el dinero- concluía y justificaba en su pensar y sentir- el arsénico diario en su desayuno pronto me traerá la libertad”. Y se dispuso a preparar la mezcla que iba a revolver hasta diluir en el café entre arrumaco y arrumaco al acaudalado y longevo magnate que babeaba ante el entregado amor de la hermosa y dulce María.
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