Subíamos
emocionados las escaleras que daban acceso a la sala principal del
Palacio Real, era un día de perros, con mucho frío, viento y agua.
A punto de entrar al salón del Trono, el guardia de patrimonio me
indica que el paraguas debo dejarlo en el paragüero
de la entrada, bajo la escalera. La impaciencia me llevó a bajar lo
más rápido posible, deslizándome por la barandilla,
con tan mala fortuna, que al no calcular correctamente mi velocidad
de frenada, me di de bruces con un alto funcionario, casi me llevan a
la cárcel por un supuesto atentado al rey.
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