Fenómenos extraños - Marga Pérez



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El verano del 2010 fue una locura de verano. Lo recuerdo bien porque marcó nuestra historia familiar de tal manera que ya no hubo otro verano. Cuando hablamos del verano, sin más, todos sabemos que nos estamos refiriendo a él, al verano del 2010.

Yo estaba entonces en paro, en plena crisis económica y me ofrecieron un trabajo en la cocina de un restaurante de Ribadesella. Ni que decir tiene que la cosa no estaba para remilgos vacacionales ni posibilidades de un trabajo menos estresante....así que lo cogí sobre la marcha, y... sobre la marcha me quedé sin vacaciones de verano con tres adolescentes en casa para mi sola. Una locura.

Tuve que animar a mis hijos a que fueran a la casa del pueblo, como todos los veranos, convencida que estarían mejor que en el piso de Oviedo enganchados a la red de sabe dios qué aparato . En el pueblo siempre hay tarea esperándonos para que el invierno pase sin que los vecinos tengan que avisarnos que hay una gotera o una rotura .Antes estaban mis padres pero desde el 2007, por desgracia, está vacía todo el año y el trabajo se acumula cada verano.

El primer lunes que descansé cargamos el coche con todos los bártulos necesarios para pasar la semana en el pueblo. Yo no estaría con ellos y ninguno de los tres conducía, así que imaginaros como íbamos ¡hasta los topes! comida, ropa, una manguera nueva, hasta un microondas . En Navidades cascó el que había. Se lo había comprado yo a los viejos hacía casi treinta años . Este seguro que no dura tanto.
Pasamos mi día de descanso acarretando cosas, colocando, limpiando y organizando las tareas que los chavales tendrían que realizar a lo largo de la semana y... antes de que nos diésemos cuenta anocheció y regresé a Oviedo desde donde tenía mejor comunicación con el trabajo, dejando a mis hijos solos y aparentemente felices.
La semana pasó casi sin darme cuenta. Ribadesella estaba imposible de turistas y cociné más que toda mi vida junta. Hasta se me quitaron las ganas de comer por ver tanta comida. Los chicos debían estar felices porque de mi no se acordaron, bueno, no lo sé, igual se acordaban a todas horas pero no cogieron el teléfono para decírmelo, o se olvidaron de cargar el móvil, o...es igual, no supe de ellos y me animó pensar que si estuviesen mal lo sabría, el "no hay noticias buenas noticias" siempre funciona.
El siguiente Iba a ser mi primer lunes realmente de descanso y quería aprovecharlo para descansar. Llegué temprano al pueblo y los encontré a todos dormidos como angelitos. La casa, sin profundizar mucho, estaba limpia y recogida, así es que cogí una tumbona y una manta y me fui a la antigua cuadra a echar una cabezadita. Me despertó el olor a comida y el calor o... el calor y el olor a comida, es difícil saber que fue primero... me levanté dando traspiés hasta la cocina donde mi hija Clara trajinaba entre ollas. No hay nada como dejarlos solos,hasta entonces no sabemos lo que valen .
Ese verano Clara tenía diecinueve años, buscaba trabajo para el invierno pero yo la animaba a que se preparase para algo, para lo que fuese,tiene mucha capacidad y una forma de ser que domina cualquier situación,ya entonces a los gemelos los traía como velas, Clara podría ser lo que quisiera. Los gemelos le hacían más caso a ella que a mi y eso que eran casi de la misma edad. Ellos cumplirían diecisiete años en octubre. Ese lunes los tenía a cada uno con una escoba barriendo el porche sin decir ni pio. Dejarla de responsable fue todo un acierto.
Se alegraron mucho de verme y pasamos un día francamente relajado. La comida fue el momento de más barullo, Cos y Dan se tapaban la boca uno al otro para poder contarme todo lo que habían hecho satisfechos de si mismos ante la mirada serena y madura de Clara que les dejaba presumir de cosas de las que ella misma merecía unas cuantas medallas. Después de ir a hacer la compra no me dejaron hacer nada y me senté debajo del manzano a coser mientras Clara y los chicos sacaban del coche las bolsas colocando cada cosa en su sitio.
Ya de noche al meterme en el coche para regresar a Oviedo, Clara, como de pasada, me dice que hay ruidos extraños. No le hago mucho caso ,todas las casas tienen sus ruidos y esta no iba a ser diferente .
Pero al día siguiente me manda un wats para decirme que no sólo había ruidos sino que faltaba comida, estaba segura, había colocado seis litros de leche en la despensa y solo había cuatro. A partir de aquí los fenómenos extraños se multiplican bajo la mirada atenta y detectivesca de Clara que no quiso decir nada a los gemelos para no asustarlos: ruidos de pasos, sombras moviéndose en la noche, cosas cambiadas de sitio, comida desaparecida, cosas cambiadas de sitio, sombras moviéndose en la noche, ruidos de pasos...ruidos. Pensé que Clara estaba sufriendo el peso de una responsabilidad excesiva y empecé a sentirme culpable por descargar en ella mi propia responsabilidad. Traté de calmarla y le quité importancia."La noche, el silencio y los ruidos desconocidos hacen que veamos fenómenos extraños donde no los hay" le dije con suavidad. Le recomendé incluso una infusión de valeriana para dormir a pierna suelta y se ofendió como nunca antes la había visto. Todo era real para ella , su miedo también y esperaba que yo lo entendiese e hiciese algo, pero yo bastante tenía con lo mio.
El siguiente lunes de descanso ya no fue tan descansado. Clara tenía mala cara, las ojeras le daban un aspecto envejecido y parecía muy cansada. Cogí una tumbona y una manta y la llevé a la antigua cuadra para que Clara descansase mientras yo me ocupaba de la compra y la comida con los chicos. Comimos todos juntos y después de recoger la cocina hablamos de lo que quedaba por hacer en la casa, comprometiéndose Cos y Dan en subir al desván para ver como estaban el tejado y la ventana de acceso. Clara descansó lo necesario para que su ánimo mejorase y quitó importancia a los watsapps que me había enviado liberándome así de un peso que impedía que regresase, cosa que hice al oscurecer, como siempre, dejándolos ya listos para acostarse. Cuando daba la vuelta a la finca para coger la carretera de salida un joven me paró y me pidió que le llevase a Oviedo. No lo conocía pero supuse que era el hijo de algún vecino que sabía de mis costumbres así que lo llevé encantada. Fuimos todo el camino charlando del pueblo y al llegar a Oviedo lo dejé en el primer semáforo en rojo que encontramos.
Al día siguiente recibo un wats de Clara : llámame en cuanto puedas, cosa que hice sin más.
-Dime Clara, ¿Qué pasa?
-Todo lo que te dije que oía era real en el desván estuvo viviendo alguien. Dijo Clara sin respirar y alterada
-¿Qué? ¿quien? ¿Como? yo quería saberlo todo.
- ¡Yo que sé, mamá!. La ventana del tejado está rota y el desván está lleno de mierda: colillas, cajas de leche vacías, restos de galletas, chocolate, latas... una manta y un cojín tirados en un rincón... huele a pis que tira pa tras... ¿qué hago?
- Pues llamar a la policía. Voy a pedir permiso y estoy ahí sobre la marcha.
La guardia civil llegó antes que yo . Estaban levantando acta de todo lo encontrado e interrogando a Clara cuando entré en el desván. ¡Vaya guarrada lo que allí había! ¡hasta excrementos! La policía científica estaba de camino y no podíamos movernos hasta entonces así que hablamos, indagamos y nos dicen que dos reclusos de Villabona se habían escapado unos diez dias atrás, que uno fue encontrado enseguida y que el otro seguía desaparecido...¡ ZASSS! el chico que llevé ayer a Oviedo. Todo encajaba, se escondió en nuestro desván, salía de noche a buscar comida, oyó que se iba a subir a ver el tejado... la foto del fugado vino a confirmarlo, era él, el que había llevado en mi coche.
El papeleo y los interrogatorios se sucedieron a lo largo de varios días y el desván no se pudo limpiar hasta que la policía nos dio permiso. Los chicos estaban encantados con la aventura,¡ al fin un verano diferente! nos convertimos en el centro de todas las miradas y motivo de conversación de vecinos, medios de comunicación y curiosos.
Con tanto jaleo tuve que dejar el trabajo pero Clara descubrió aquel verano el suyo. Hoy se licencia en la academia de policía, una locura, pero ella sabrá lo que hace. Hubiese preferido que los fenómenos extraños fuesen realmente fenómenos extraños y que Clara en vez de ser policía trabajase en cuarto milenio pero... ¡que le vamos a hacer! ¡Toda una locura de verano!






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