Polvorones - Dori Terán

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Hay madres que son cómplices de las locuras de sus vástagos o vástagas. No es que participen concienzudamente de las peripecias y situaciones que estos preparan con toda consciencia y planificación, pero si que percibiendo por el rabillo de los ojos que algo oscuro se cuece, los cierran con fuerza, aprietan los párpados y celebran y comparten la alegría, la risa y el alborozo del plan premeditado y sutilmente agresivo para la honestidad y la transparencia. Así actuaba ella cada Navidad. Su mente le repetía el dicho popular que la alentaba : “hay ocasiones en las que conviene ser algo ciego, algo sordo y hasta algo tonto”. Y en aquella sala, sobre aquella mesa, no faltaba nunca en los varios días previos a la Navidad, los polvorones. Cada mañana él acompañado de alguna “carabina”, iba a la casa a degustarlos. Abría los papeles de colores, buscaba el alfajor, su preferido, y saboreaba con deleite la masa pastosa de harina, manteca, azúcar y almendra. En cada mordisco deshaciéndose en su boca, se deleitaba como si estuviese besándola y disfrutaba en su imaginación del revolcón apasionado que le esperaba por la tarde en aquellos ocultos encuentros. Jamás contó a su esposa estos episodios de paladeos de polvorón. Es más, se guardaba muy mucho de probar los polvorones de su casa…no fuese a ser… Y de este modo durante algunos años y algunas navidades los de estepa fueron un elemento importante en la fiesta. Cuando el mundo que gira y el discurrir que se mueve cambiaron los espacios , unos personajes vomitaron en el mareo y el vértigo del giro. Vida que se desmorona, sorpresa oscura…dolor. Otros en cambio, pusieron etiqueta de oficialidad y decencia a la cata navideña de los típicos dulces. Mientras unos reían con la boca llena, otros lloraban con el corazón destrozado. Pero la rotación de la vida es imparable lo mismo que la rotación de la Tierra. Hoy los mantecados , lejos de regalarles las sensaciones placenteras de aquellas mañanas de alma ilícita, les producen a todos ellos un malestar de empacho, revoltura y toxicidad solo soportado por la cobardía y el miedo. ¡Quién podría pensar que tan dulce manjar puede ser peligroso! ¡Cuidado con los polvorones!






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