Relato inspirado en la fotografía
Genara se entretenía varias horas al día mirando por la ventana de su dormitorio . El paisaje que veía siempre era el mismo: el viñedo. Las casas que rodeaban la pequeña finca no entraban en el punto de mira de su atención.
Genara se entretenía varias horas al día mirando por la ventana de su dormitorio . El paisaje que veía siempre era el mismo: el viñedo. Las casas que rodeaban la pequeña finca no entraban en el punto de mira de su atención.
Hacía
días que notaba el cambio de color en las hojas y sabía que el
otoño se acercaba. Tras los cristales veía cada día a más
personas pululando entre las viñas y se le hacía la boca agua
pensando en las uvas que degustaría en la cena, en el desayuno y, a
partir de ahora, en todas sus comidas.
Cada
día más temprano el sol se iba tras las casas, y los viñedos se
coloreaban de rojo vino entre sombras crepusculares.
Uno
de esos atardeceres Genara se disponía a bajar al comedor, cuando
entre las sombras vió a una mujer que traspasaba la portilla de la
calle, se acercaba a una viña , arrancaba un racimo de uvas y salía
de nuevo, bajaba la calle con paso cansino y se paraba en la esquina
de la primera casa donde la esperaba un hombre.
Ambos
de pie, uno frente al otro, empezaban a degustar las uvas, una a
una...
-Genara...
Su
vecina de habitación, sonriente, la atrajo de nuevo a la realidad de
la residencia y juntas salieron hacia el comedor.
El
bullicio de platos, sillas , personas en movimiento, soperas
humeantes...las atrajeron a la vida.
Sus
compañeros de mesa eran muy poco habladores. Comían como si hiciera
años que no lo hubieran hecho, abrazaban el plato con miedo a que se
lo quitasen y miraban de reojo a los demás con desconfianza. Fermín
hablaba sin ton ni son pero sólo el entendía lo que quería decir,
los demás no le hacían caso.
Genara
trataba de mantener la dignidad charlando del color del otoño con
Pepita, que respondía a todo con una dulce sonrisa como si la
entendiese.
Después
de las uvas pasaban a ver la tele para, todo seguido, empezar con el
rito de la manzanilla y las pastillas de la noche, desapareciendo
después en el silencio de sus dormitorios.
Genara
ya se había olvidado de la pareja de la esquina cuando llegó a su
habitación pero los recordó enseguida al verlos de nuevo desde la
ventana, al bajar la persiana. Allí estaban, en la misma posición
en que los había dejado al ir a cenar: uno frente al otro, casi
firmes, inmóviles. Ya no había racimo de uvas. La mujer hablaba y
gesticulaba con manos y cabeza. El hombre escuchaba sin hacer nada.
Genara
dormía poco y mal. Dejaba la persiana a medio bajar para levantarse
al baño sin miedo a no encontrar la luz. Las farolas de la calle la
acompañaban en sus desvelos. Cada vez que lo hacía miraba a la
esquina a ver si seguía allí la pareja y allí estaban. No hacían
nada, no modificaban su posición , sólo hablaban. Así, hasta el
amanecer en que desaparecieron con la luz del día .
El
siguiente atardecer fue igual: la misma mujer entró a recoger un
racimo y volvió a la esquina a encontrarse con el mismo hombre.
Volvieron a comer las uvas y pasaron la noche en la misma posición,
hablando hasta el amanecer.
A
partir de ese día Genara miraba más para la esquina que para el
viñedo. Esperaba intrigada la presencia de la pareja que
puntualmente acudía a su cita nocturna, hiciese buena temperatura,
frío, rocío o lluvia ...Genara se preguntaba por qué no se
abrazaban cuando helaba. Por qué estaban de pie si muy cerca había
un banco y...¿ No tendrían ganas de ir al baño?...
Después
de varias noches consecutivas de ver unicamente a la pareja descubrió
a un joven asomado a la ventana del bajo. Era un mirón. Casi a la
misma altura que ellos. La pareja ni se inmutaba, seguía allí toda
la noche, a lo suyo, sin tan si quiera mirarle.
La
intriga de Genera iba en aumento. Pasaba las noches acechando tras la
ventana, con la luz apagada. Imaginando la conversación que podían
estar teniendo. Metiéndose en la piel del joven que, como si de la
tele se tratase, les miraba. Ideaba historias de amores prohibidos.
De padres dictadores que negaban a su hija la libertad. De secretos
inconfesables. De enfermedades mentales escondidas. De vampiros
experimentando nuevos sabores. De ángeles de la guarda disfrutando
de su descanso... Según pasaban los días la fantasía de Genera se
disparaba.
Necesitaba
contarle a alguien su descubrimiento pero no se atrevía. Si pudiese
salir le preguntaría al mirón del bajo. El tenía que saber la
verdadera historia, pero...no la dejaban salir.
-¡Pepita!!
Si, traería a Pepita a su habitación y juntas los verían desde su
ventana.
Esa
noche en la cena Genara le confió a Pepita su secreto, que, dulce y
sonriente le dijo a todo que si. Juntas, con la luz apagada, miraron
a la esquina mientras Genara relataba todo lo que había visto y
especulado hasta el momento. Pepita asentía mirando a su vecina con
la misma dulzura de siempre.
El
viñedo llegaba al final de su producción. Ya no se veía a nadie
recogiendo racimos . Los últimos que les pusieron de postre fue al
mediodía. En la cena la fruta dio paso a unas muy aplaudidas
natillas, con galleta Maria como les gustaban. Todos celebraron el
cambio hablando por los codos. No se alababan las natillas pero las
cuidadoras sabían que estas eran el motivo del revuelo.
El
tiempo que pasaron frente a la tele les fue tranquilizando y como
cada día subieron a sus dormitorios dispuestos a entrar en otra
realidad. Genara se cogió del brazo de Pepita y la condujo a su
habitación, dispuesta a seguir observando y fantaseando con sus
visitantes misteriosos, pero la pareja no apareció. Esperaron un
rato a pesar de ser ya noche cerrada, por si se habían retrasado,
pero no. No volvieron. Se fueron, igual que las uvas.
Genara
dirigió de nuevo su mirada al viñedo desde la ventana de su
ventana. Las hojas secas poco a poco caían dejando desprotegidas
las cepas. El viñedo perdía colorido y vida, pero... Genara sabía
que enseguida volvería la primavera, el verano, las hojas, las uvas,
el color, el otoño...y soñaba ilusionada que también llegase con
ellos la pareja de la esquina.
Pero
una mañana, en el desayuno, la mujer que compartía esquina y uvas
semanas atrás se hizo presente en el comedor. Llevaba varios racimos
de uvas a modo de tocado y un cesto apoyado en la cadera del que
sacaba racimos para cada mesa.
Genara
se levantó y se acercó a la mujer
-Hola,
no se qué haces aquí pero te conozco de la esquina de la calle
-...
-Si,
al atardecer, donde hablabas ¿con tu novio?
-...
-Pepita,
díselo, tu también los viste en la esquina.
-Si.
Dijo Pepita sonriendo como siempre.
Una
de las cuidadoras se acercó a Genara y la condujo a pesar de su
resistencia hasta la mesa. Genara insistía en hablar con aquella
mujer, quería saber por qué noche tras noche estaba allí con aquel
hombre.
Genara
continuó con el desayuno sin quitarle ojo a la mujer, deseando que
pasase en algún momento por su mesa para poder hablar con ella.
Terminó el desayuno y la mujer desapareció por la cocina sin que
Genara pudiera abordarla.
Como
cada lunes Genara encaminó sus pasos con la cuidadora a la
enfermería para hablar con el médico. Iba molesta y hablando sola,
más alto de lo que solía hablar. La cuidadora que la acompañaba
cuchicheó algo al médico cuando entraron en la consulta.
-Buenos
días Genara - Saludó sonriente el doctor- ¿Cómo se encuentra?
-Enfadada
- ¿Y
eso?
-
Quería hablar con una mujer que estaba en el comedor y no me dejaron
-¿Quien
era?
-Eso
era lo que quería saber, doctor. No lo sé
-¿Y
de qué la conocía?
- De
verla en la esquina con un hombre, durante muchas noches, comiendo
uvas.
-
Ya... vamos a subirle la dosis -dijo a la cuidadora -Media pastilla
también en la cena.
Y
bajando la voz le dice:
-
Que no esté sola en ningún momento. En su estado las alucinaciones
pueden ir a más.
-Bueno
Genara, está estupenda. La próxima semana volvemos a vernos ¿eh?
Genara
desde entonces tuvo que integrarse en los juegos de después de comer
y abandonó su habitación , su viñedo.
Ya
no volvió a ver el cambio de color de las hojas... ni el pulular de
las personas entre las viñas... ni acercarse día a día el otoño...
... ni las charlas de la pareja de la esquina.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario