Muerte súbita - Ángeles Fidalgo



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En la actualidad se han clasificado más de ocho millones de especies sobre la faz de la tierra. Una de cada cuatro de ellas es un escarabajo. De todos ellos, el de mayor tamaño, habita en Europa y nuestro protagonista, este que está a punto de derribar a su adversario es un escarabajo que habita en un bosque del norte de España.
Ha sido una noche larga. La dura batalla entre los dos machos solitarios comenzó hace horas. Nos encontramos en el crepúsculo del amanecer, en el segundo en que uno de los rivales por fin levanta a su oponente que se sostiene empujando con fuerza, sobre una pata trasera y el borde de su ala, su derrota definitiva es cuestión de segundos, mientras que el otro saldrá victorioso. Y de él es de quien voy a hablarles, pero lo haré desde el principio…
Tal día como hoy de hace ciento cuarenta millones de años, los antepasados de nuestro amigo ya habitaban la tierra. Setenta y cinco millones de años después tras la caída de un enorme meteorito que a pesar de que produjo la extinción de millones de seres, la especie logró sobrevivir. Generación tras generación hembras fecundadas por machos triunfantes fueron poniendo sus huevos de las que nacieron nuevas crías que continuarían así hasta llegar a nuestros días contribuyendo así conel hermoso ciclo de la vida del ciervo volante.
Una noche de verano su padre venció a dos oponentes tal y como él estaba a punto de hacer ahora mismo y esa misma noche fecundó a su madre que puso veintiún huevos fértiles en la corteza de un castaño muerto. A las tres semanas los huevos eclosionaron y de ellas salió nuestro amigo con forma de larva blanca con un apetito tan voraz que comenzó a nutrirse de la madera podrida inmediatamente.
Para no alargar mucho la historia diré que en los siguientes años nuestro protagonista sobrevivió sin deshidratarse a pesar de los calurosos veranos, sin helarse en los fríos inviernos, soportando las cambiantes primaveras y los húmedos otoños.
Prosperó convirtiéndose en una hermosa larva de diez centímetros. Momento en el cual aquel otoño en el que cumplía cinco años, sintiendo un impulso que era más fuerte que él, abandonó el tronco que había sido su hogar. Busco un lugar que le pareció idóneo, se acomodó entre una capa de humus y las raíces de un roble en descomposición e hizo lo que tenía que hacer. Se quedó inmóvil y comenzó a desarrollar una capa alrededor de su cuerpo, un capullo que lo protegería del mundo exterior mientras se producía su transformación en los dos meses siguientes. En este periodo no se alimentó y sus órganos internos se reabsorbieron mientras se desarrollaba un nuevo y diferente ser. No sabemos si le dolió. En su crisálida nuestro gusano se había transformado en un escarabajo, ahí se mantuvo protegido hasta la llegada de la siguiente primavera donde volvió a nacer.
El capullo de la crisálida comenzó a sacudirse. Se paraba y al poco se volvía a agitar. Al cabo de varios intentos por fin su cabeza negra asomó al exterior y tras varios esfuerzos su cuerpo entero le siguió.
Con sus nuevas patas estiradas caminó hasta el árbol más cercano, trepó sin esfuerzo por el tronco y succionó una buena cantidad de savia para nutrirse. Cuando estuvo a buena altura se dejó caer. Por primera vez abrió sus alas y ¡voló! Lo hacía tan torpemente que no supo esquivar la rama de un árbol y calló al suelo desde un par de metros de altura cuando chocó con ella. Pero eso no le frenó. Volvió a trepar otro árbol y volvió a dejarse caer, esta vez cogió el vuelo con algo más maestría y aprendió a esquivar los objetos para no chocar.
A seis kilómetros por hora llegó a un nuevo bosque que no habían conocido sus generaciones anteriores. Era un bosque de ladrillo y asfalto que se había construido mientras él crecía como una larva y en su información genética no estaba registrado. Decidió posarse en el tronco de un árbol sin ramas, pero cuando intento asirse a su corteza esta era metálica y enseguida resbaló cayendo al duro y frio suelo. Aún estaba reaccionando a todo esto cuando su rival apareció cayendo del cielo, aterrizando a su lado y retándolo a la lucha.
Una hembra permanecía a la espera, no muy lejos de ellos, sobre un perfecto cuadrado de cinco por cinco metros con hierba y flores. Era el momento de llevar a cabo la razón por la que se había transformado, su misión tan importante de continuar consu legado y la lucha comenzó.
La ciudad despertó con ruidos urbanos que no alejaron a nuestro macho de su empeño, mientras la hembra en su pequeño bosque sabedora de que ahora era su momento, debía permanecer a la espera de que uno de ellos, el más fuerte, sería quien junto con ella continuaría con la supervivencia de la especie. Esta escuchó unos extraños sonidos cada vez más cerca. Pudo distinguir los que serían los pasos de un extraño ser que caminaba sobre dos patas con una especie de largo apéndice que salía de él y por el que expulsaba un líquido a presión. Al pasar a su lado ella quedó inmóvil como mecanismo de defensa y el fluido roció su cuerpo entero. Comenzó a sentir un dolor muy fuerte, como si se estuviese quemando, intentó escapar, el líquido comió sus ojos cegandola, no sabía a donde huir, sus patas comenzaron a romperse y desmembrarse a cada paso. Al intentar desplegar sus alas se despegaron de su cuerpo y cayeron, al quedarse sin coraza el ácido atravesó la capa externa de su cuerpo y su carne comenzó a cocerse hasta que la muerte llegó en forma de liberación de tanto dolor.
El macho triunfante volcó a su adversario. Se mantuvo sobre él unos segundos saboreando su victoria. Una sombra se hizo sobre ellos… ¡Plaf!



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