En este blog encontrarás los relatos escritos por los participantes del taller de escritura "Entre Lecturas y Café", así como la información de las actividades del club de lectura del mismo nombre.
La muerte no existe - Dori Terán
Matías había fallecido hacia quince años. Como era tradición en el pueblo, sus restos mortales fueron entonces sepultados en la tumba del difunto que llevaba más tiempo enterrado en el camposanto. Y así le correspondió el sepulcro que hacía el número cuatro en la segunda fila. Sin piedra, sin mármol, apenas una sencilla y pequeña lápida con su nombre que sería sustituida con el nombre del siguiente cuando él hubiese de desalojar y ceder el hueco. Y cuerpo a tierra, tierra por encima, tierra por los lados, tierra por debajo…tierra. Desde niño había contemplado los enterramientos de esta condición y en alguna ocasión escuchó a su madre María decirle a Teodora:-“Vinimos a la vida con las manos vacías y así mismo nos vamos, no hay propiedad en la tierra que nos acoge, nada se señala como propio, nada se marca, nada se firma…Dios conoce nuestra alma”. Teodora no compartía este concepto del reposo en el más allá. Más de una vez Matías la sorprendió en la queja costumbrista apelando a otro ceremonial:-“¡Válgame el Santo Cielo!¡Un día Dios se va a confundir con tanto movimiento y va a mandar a algún inocente al infierno! !Que se haga como en todas partes por Dios!”. A veces, cuando jugaba cerca del cementerio, saltaba el muro y se quedaba extasiado contemplado aquellos anónimos montones de tierra que carecían de dueño y sin embargo lucían hermosas composiciones florales sobre ellos como un homenaje a los que un día fueron. El devenir de la vida le hizo olvidar la cuestión y también el éxtasis que las coloridas y hermosas flores le producían en aquel reposo artístico que manos amorosas y artesanas tejían cada uno de noviembre en mensaje de amor y recuerdo. La gran ciudad le esperaba y allí encaminó sus pasos. La vida no le regaló tantos días como esperaba después de aventuras y avatares que nunca imaginó y que pesaban en su ánimo y su fuerza. La enfermedad se hizo eco en su cuerpo que un día fue fuerte y robusto y hoy estaba invadido por la fragilidad y el dolor. Regresó al pueblo para reencontrarse en sus últimos días con el sabor de los años felices y despreocupados, con la cercanía y el acompañamiento de su gente. Cuando pasaba cerca del cementerio, sentía en lo profundo de su corazón que pronto ocuparía un lugar en él y desde el éxtasis recobrado ante la presencia de las flores, se preguntaba qué sitio le iba a corresponder. Y así sucedió, apenas empezaban a lucir los arces los colores rojizos del otoño, cuando los abedules hacían gala de su amarillo entre los álamos marrones, en éxtasis Matías exhaló su último suspiro. Y hoy después de quince años llegaba la hora marchar otra vez. Parece ser que se murió Juanito el molinero y tocaba vaciar la tumba cuarta de la segunda fila para él. ¡Que no! ¡Que él aún no podía salir de allí!¡Que todavía estaba en el tránsito! ¡A ver cómo se las ingeniaba para comunicarse con alguien que pudiese entender todo lo que tenía que contar! Si el asunto era difícil de hacerse comprender, más difícil todavía era encontrar el modo de
comunicación. Un velo bastante grueso separaba ambas dimensiones…ya, ya que no es un muro, es un velo, pero ¿Cómo traspasarlo?. Cavilando, cavilando, porque allí también se cavila, se le ocurrió. Si alguien le había amado en la vida sin ninguna condición, había sido su pobre madre que tanto le había llorado en su partida del mundo de los vivos. Su corazón desgarrado buscaba la serenidad en los recuerdos de todo lo compartido con su hijo. Vivía en un continuo pasado. En las noches oscuras conseguía dormirse rápidamente tras la oración a los ángeles donde les pedía soñar con su Matías y ellos que nada niegan a las almas amorosas, se lo concedían. El que a través del velo lo observaba, decidió colarse esa noche en el sueño y penetrar con su espíritu el cuerpo físico que su madre soñaba. Así podría hablarle…¡ella comprendería! Esa noche cuando María llegó al astral y se encontró con su hijo, sintió un color especial en la película del sueño, una música armónica y pura y unas palabras en la voz amada: -“ Mamá, mamita, necesito seguir en mi tumba. Aún no he soltado todo lo que aquí he de dejar antes de unirme a la Luz. Mi cuerpo ya es polvo en la tierra pero una emoción me mantiene atado al tránsito, al río que he de cruzar.¡ No dejes que exhumen mis restos!” -“¿Pues qué te ata hijo mio?” -“Tu llanto y tu dolor madre, quiero cruzar el velo y abrazarte” La madre desde el sueño no soñado y real sonrió con dulzura y tomando las manos del hijo le habló:-“ Todo cuanto aquí habías de hacer hecho está, vete a la luz y espérame allí, aprende cuanto pendiente te haya quedado en el arte de amar. Ahora sé que un día habitaremos el mismo rayo porque la muerte no existe”. Se disipó el paisaje, los rostros, la música, el color …María volvió a esta realidad virtual. Y hoy Matías cedió su sitio a Juanito el molinero para que empiece a soltar el lastre que no ha de llevar en este vida.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario