Fermín
apareció por la tienda a última hora de la tarde. Sonrió al sentir
el sonido constante de la caja registradora. Todos los que esperaban
para pagar llevaban entre sus manos un monopatín eléctrico. Al
final, había sido una buena idea rebajarlos de 250€
a 100€. Al principio tenía sus dudas, pero decidió arriesgarse y
al parecer había dado resultado. Buscó a la encargada y le preguntó
cuántos llevaban vendidos. Las estanterías están quedando vacías,
dijo ella con una sonrisa pícara. Fermín la mandó pasar a su
despacho. Era un mal trago tener que despedirla pero si no lo hacía
había que hacerla indefinida y eso iba contra sus intereses. Por
suerte, Adela, pareció tomárselo bien. Firmó los papeles de la
liquidación, le dijo adiós con una amplia sonrisa y se marchó.
Fermín se sintió aliviado. Era tan difícil llevar un negocio...Un
rato después su cara sufría una transformación. ¡No lo podía
creer! Adela había confundido los números. Le había dicho bien
claro que pusiera los monopatines a 100€, pero ella los había
puesto a 10€. Si no la acabara de despedir la despediría. Mientras
tanto, Adela tomaba unas cañas en el bar de su amigo, riéndose de
la faena que le había hecho a su jefe, el que imprudentemente, en
ese mismo lugar, acordó con su
socio despedirla.
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