No aparecía por
ninguna parte. Sus dos hermanos mayores ya se habían ido de casa
hacía mucho. Y sus Padres se sentían solos. Todo el mundo se dio
cuenta de que no estaba en Casa. Pero nadie decía nada. A veces se
murmuraba entre dientes, en los bares, al dar las vueltas de la
compra en el supermercado…
Hasta que un día
dieron la noticia en la televisión: El Otoño había sido
secuestrado. Pronto se avisaría para detallar la situación.
Su padre, El Tiempo y
su Madre Naturaleza, descolocados ante semejante revelación, dieron
vueltas huracanadas alrededor del hogar, aullaron a los Cuatro Puntos
Cardinales, sollozando por el Hijo perdido. Su cuarto Hijo, el
Invierno no crecería sano sin el apoyo del hermano ausente. La
Primavera y el Verano, como hermanos mayores independientes que eran,
cada cual en un mundo particular, se desentendieron del problema.
Se estaba perdiendo
el Norte y había que hacer algo. Las autoridades se pusieron en
alerta máxima. Se dio aviso en todas las comisarías de policía,
cuarteles de la Guardia Civil, al 112, en hospitales, ambulatorios,
incluso en los hoteles de cinco estrellas.
Por fin, la llamada
telefónica más esperada se recibió. El 22 de noviembre a las seis
de la tarde una voz procedente de una grabación anunció:
“Tenemos al
Otoño retenido. Exigimos un pago de 1 teratetrabilmilmillón de
millones de euros, otro de dólares y otro de bitcoins por su
devolución. Y todo en billetes pequeños. Les damos de plazo hasta
el 22 de diciembre. En caso de negativa, el Cambio Climático
organizará una revolución tal que La Tierra dejará de ser lo que
hasta ahora conocen. Están avisados. No hay negociación posible”
La Madre Naturaleza
quiso llorar, pero sus lágrimas no brotaron, los ríos se secaron,
los campos se agostaron y los árboles no dieron el fruto esperado.
El Padre Tiempo se
impacientaba. Maldecía con rayos y centellas cada segundo y cada
minuto que pasaban desperdiciados.
Primavera y Verano
acudieron al hogar, intentando servir de ayuda. Pero su calor
recordaba a todos que su hermano pequeño Otoño seguía ausente.
Se convocaron a
grandes artistas para componer músicas y poesías en su memoria, por
si no volvía decían los más agoreros. Mientras, las autoridades
organizaban el pago del rescate codo a codo con los Bancos. Estos se
quejaron públicamente de que semejante desembolso sería su ruina. Y
la gente, harta de su avaricia, colgó macetas secas a las puertas de
todas las entidades bancarias.
–El Otoño ha de
regresar. Y deberían ayudar. Ustedes más que nadie.- repetían,
cada vez que algún encorbatado salía de un banco portando un
maletín.
Todo el mundo estuvo
de acuerdo y cada cual dio lo que pudo dentro de sus posibilidades.
Incluso los niños en las escuelas rompieron sus huchas y donaron sus
ahorros para colaborar.
Las Autoridades
perdieron el halo de Poder impersonal subido a un sillón y se
emocionaron con el gesto que unificó a todos. También ellos
colaboraron con parte de sus dietas.
Días después se
recibió otra llamada con un mensaje extraño:
“Da
una caminata por un bosque, jardín o parque y recolecta hojas secas.
En
el sentido de las agujas del reloj, deja caer las hojas al suelo
formando un círculo.
Siéntate
en el centro del círculo y con calma, medita acerca de la vejez y la
muerte.”
Pero
nadie entendió el mensaje. Ya que las tradiciones se habían ido
perdiendo con el paso de las eras. Y en las grandes ciudades las
oraciones y plegarias a la Madre Tierra habían quedado desfasadas.
Mientras
tanto el dinero seguía reuniéndose. Pero el plazo se agotaba y los
nervios estaban a flor de piel, como cuando sopla el viento del Sur y
ahoga las respiraciones en la garganta.
Los
más antiguos empezaron a rememorar otros Otoños secuestrados. Pero
hacía tanto del último que nadie recordaba si se había pagado un
rescate de semejante cuantía al actual. Quizá sí, pero la memoria
humana es tan frágil...
Hasta
que alguien hizo memoria de un viejo baúl propiedad de sus
ancestros, en el que se guardaba la Oración a la Madre Tierra. Quizá
si se recuperase y se leía en armonía grupal el Otoño regresaría
a casa.
Buscó
y buscó y por fin, entre diversas baratijas y estampas, allí´
estaba; pero el pergamino estaba tan estropeado que solo pudo
rescatar partes de aquella oración milenaria:
Bendita Madre Tierra,
Muchos te han venerado y honrado
Y muchos otros te olvidaron.
Danos más conciencia,
Compasión e inocencia.
Tú que sigues alimentándonos
Dándonos cobijo
Te
bendigo hermosa Madre Tierra…
La plegaria se
repitió un día tras otro hasta que el dinero del rescate fue
reunido en su totalidad. Sin embargo ya no hubo más llamadas
telefónicas extrañas, reclamando el dinero. Ni nadie avisando de la
liberación del Otoño.
Alguno esperó a que
el Cielo cayera sobre sus cabezas por la Revolución anunciada. Y
mientras aguardaban al regreso del Otoño, el Cambio Climático
seguía allí, paciente y amenazante como la Espada de Damocles
pendiendo sobre sus cabezas.
834
palabras
Notas:
La rueda
del año es
un calendario usado
en la Wicca y
otras religiones neopaganas para
marcar y celebrar el ciclo de las estaciones. Este ciclo consiste en
ocho festivales llamados sabbats o aquelarres.
Según el
paganismo, la rueda del año se refleja en nuestras vidas:
nacimiento, crecimiento, declinación y muerte. (Fuente: wikipedia)
La idea del segundo mensaje y la plegaria
incompleta están sacadas del blog http://www.hijasdelatierra.es
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