Sabía
que el deporte no era lo mío, como dicen que es algo bueno, había
que intentarlo. Más la intención no salió como esperaba, aunque
todo aquel asunto fue muy extraño, ya sé que no te estás enterando
de nada, pero espera, que ahora mismo te lo voy a contar.
Me
encontraba un día tan tranquila en el parque, sentada al sol leyendo
el libro que me prestaste. Para un rato de asueto que tenía aquella
tarde, me pareció una idea estupenda leer al calor primaveral. En
el recinto circulaba mucha gente disfrutando como yo, unos paseando,
otros sentados mientras charlaban con un acompañante, niños
corriendo y también mayores en la pista finlandesa. Un trozo de
ella pasaba cerca de mi banco y al levantar la vista del libro y
fijarme en un grupo de corredoras, veo en él a Tania. Miro y
remiro, claro, porque parecía tan raro verla hacer deporte, que la
vuelvo a buscar con la mirada, sin lograrlo. Al poco rato retomo la
búsqueda y sí que la veo corriendo con otras mujeres al lado,
ninguna estaba charlando, al contrario, iban muy concentradas con la
vista hacia adelante.
Que
Tania hiciera deporte era algo muy singular, porque es de las que
fuma, bebe y trasnocha, nada relacionado con una actividad al aire
libre. Me fijo aún más para ver al grupo y compruebo que en la
cabeza, corriendo con mucho estilo, iba un hombre. Él si parecía
un atleta, su zancada era precisa, el movimiento de brazos coordinado
con el de sus piernas y su respiración no era agitada como la de las
mujeres que le seguían. Cuando salieron por la puerta del parque en
dirección al polideportivo, fui detrás ya que me había picado la
curiosidad.
Al
llegar a la cancha de baloncesto, veo a una veintena de féminas
haciendo estiramientos, en silencio, copiaban los movimientos de
aquel hombre que encabezaba el grupo del parque. No pude evitar
observarle, era un tío guapo, un adonis de ébano, alto, con el pelo
rapado al uno como ahora se trae, dientes blancos y perfectos, a
través de su ropa deportiva se insinuaba un cuerpo musculado. Sus
movimientos rítmicos y acompasados lograban sincronizar con las
mujeres, y sobre todo con mi amiga Tania, que no lo hacía nada mal.
Nadie hablaba, ni él ni ellas, les indicaba los ejercicios sólo con
sus ademanes y sus estiramientos. Al terminar, él se adentró en el
edificio y ellas detrás, ahora sí en animada charla.
Esperé
un rato a que saliera mi amiga, y unos veinte minutos después la
llamo al aparecer por la puerta encendiendo un cigarrillo. Le
pregunto cómo le ha dado por correr y me responde que está
encantada, lo bien que le sienta y lo chachi que es el monitor, que
todas intentan un acercamiento, pero es tan tímido que ni se atreve
a hablar. Me insinúa que me apunte al grupo, pero declino su
invitación porque lo mío es más caminar que correr. Y ahí quedó
la cosa.
Pero
esa misma noche mientras dormía, mi Juanín me puso la rodilla en el
culo y me despertó. Ganas tenía de devolvérsela pero como sé que
madruga más que yo para ir al trabajo, me aguanté. Al estar
desvelada, decidí levantarme y tumbada en el sofá miraba la tele un
rato, sin sonido, para que al sentir aburrimiento me entrase el
sueño, es algo que funciona muy bien, has de probarlo. Pero en
dicha ocasión apenas llegó el muermo, porque recorriendo los
canales uno tras otro, vi aparecer, en el que suelen poner porno, al
monitor de Tania.
El
plano de la imagen era lo suficientemente cercano para admirar su
brillante y desnudo cuerpo musculado, al acercarse sensualmente a una
tipa rubia paliducha, se dispone a ….. ¡Aaayyy dios santo! Pero
que bien dotado esta el canalla, bueno más bien superdotado,
porque aquello era…. ¡No me quiero ni acordar! Apagué la tele a
la carrera y me acosté, no sabía si despertar a mi churri o dejarle
dormir. Al final le dejé y pasé el resto de la noche soñando con
él, con mi churri no, con el negro.
El sueño debió ser tan satisfactorio que por la mañana no oí el
despertador y llegué tarde al trabajo, no me importó, porque me
levanté de un satisfecho que no veas.
Durante
el resto del día me olvidé del monitor, pero de noche en la cama,
el pesado de mi marido me dio una patada en mi pie, despertándome
otra vez. Vuelta a la izquierda, vuelta a la derecha, boca arriba,
nada, otra noche en blanco. No sé cómo, me acuerdo del corredor
negro.
Busco el canal para ver si le pillo, pero ya no estaba, ahora
aparecía un tío fondón haciendo guarradas. Me aburro tanto que en
cuanto se me cierran los ojos, me acuesto, y me pongo a soñar con el
tío bueno. No recuerdo el qué, pero me despierto justo cuando me
estaba besando, al abrir los ojos veo a Pluto, mi perro, lamiéndome
porque sonaba la alarma del reloj.
Ese
mismo día mi cabeza comienza a dar vueltas al asunto, lo de soñar
con él ¿significará que debo apuntarme a correr? Sabía que
aquella tarde Tania tenía entrenamiento, y me acerqué hasta el
polideportivo con la intención de hablar con el monitor, preguntarle
si había alguna plaza libre en su grupo y de paso ligar un poco. En
la cancha de baloncesto ya estaban congregadas las corredoras de la
otra tarde, ninguna hablaba, todas expectantes le miraban. Tomé la
iniciativa y me acerqué a él, ¡qué guapo es el condenado!, ya
cerca aspiro su perfume que huele muy bien, me fijo en sus ojos y
¡anda, tiene uno
de cada color!,
padece Heterocromía, Uy que bien, es hetero, genial, pienso para mí.
Le extiendo la mano para saludar y me la coge con dulzura. Con mi
mejor voz melodiosa le pregunto por una plaza en su grupo, que estoy
interesada en correr y esas cosas, dedicándole la mejor de mis
miradas. A continuación él me contesta tartamudeando
con acento extranjero, tal fue el chasco, que apurada respondí: “Me
lo pensaré, aunque soy más de caminar que de correr” y huí del
lugar a la carrera, porque no entendí ni papa.
Que
quieres que te diga, al menos con mi churri puedo conversar.
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