Había
una vez una hormiga
que soñaba con conquistar el mundo. No le gustaba el colegio y a
veces se escapaba y daba vueltas por el bosque. Subía a las copas de
los árboles y veía cómo los pájaros desplegaban sus alas y
surcaban el cielo.
Yo
quisiera volar también, pensaba.
Otras
veces se acercaba a beber a la orilla del río y los peces que
nadaban en el cauce la saludaban y continuaban viaje.
Yo
quisiera nadar también, pensaba.
A
veces soñaba en su pupitre mientras su maestro les explicaba las
lecciones y se imaginaba a sí misma como un enorme y fiero dragón
que echaba fuego por la boca.
Yo
quisiera ser grande y dar miedo.
Y
volvía a su casa, al hormiguero, derrotada por su pequeño tamaño.
Y
se acostaba en su pequeña cama y su Mamá hormiga la arropaba y le
daba las buenas noches.
¿Tendrán
los dragones mamá? A lo mejor si son tan fieros y tan grandes
seguramente las asustarán y se quedarán solos en el mundo.
Yo
quisiera que mi mamá estuviera siempre a mi lado.
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