First Bad Dates - Esperanza Tirado


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Cuando fue a pagar comprobó, horrorizado, que no llevaba la cartera. Y se hizo el loco, contando chistes malos y anécdotas absurdas que jamás le habían ocurrido.

Ella, al principio de la velada, lo había notado algo inquieto. En realidad ella también lo estaba. Eso de las citas a ciegas no le iba mucho. Pero la oportunidad de salir en la tele era única. No la podía desaprovechar. Así que cuando vio aquel anuncio tan llamativo que decía:

En España hay más de 17 millones de personas solteras y sin compromiso. No es tan fácil encontrar la pareja de tu vida. Nosotros podemos ayudarte a conseguirlo.”

Escribió al programa, sin muchas esperanzas de ser elegida. Cuando sonó el teléfono de la productora le dieron la alegría de su vida.

Por algo se empieza. Otras servían copas en los bares hasta que su oportunidad les llegó. ¿Qué me pondré? Tengo que salir mona. Mañana voy a la peluquería, fue pensando mientras sacaba la maleta del armario.

Dos días después ambos recibieron un cuestionario de cincuenta preguntas. Debían reenviarlo contestado antes de una semana a la dirección que se indicaba.

Algunas preguntas eran un poco básicas.

¿Te gustan altos/as o bajos/as?

¿Color de ojos favoritos?

¿Cuál es tu horóscopo? ¿Crees lo que dice sobre ti?

¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?


A partir de la pregunta treinta la cosa se complicaba un poco.


¿Tendrías algún tipo de escrúpulos si tu cita te cuenta que ha estado en la cárcel?

¿Qué piensas de los defraudadores de Hacienda?

¿Donarías tu sangre para salvar la vida de un asesino en serie?

Si la cita va bien y repites: ¿Aceptarías asistir a: una corrida de toros, un partido de fútbol, un desfile de moda perruna?

En un vuelo sin escalas ¿A quién prestarías tu chaleco salvavidas en caso de accidente?


Qué tendría esto que ver con el amor. Bueno, por salir en la tele lo que sea. De aquí a Hollywood sin parar.


Mientras hablaba y bebía, bebía y hablaba, él se dio cuenta del error que había cometido. No el de haberse dejado la cartera, por los nervios o adrede, no estaba seguro aún. Sino el de haber enviado aquel maldito cuestionario. ¿Qué más le daba si el yin o el yang eran de uno u otro color o si tauro y piscis se llevaban a matar?

Él lo que quería era irse de juerga y, si la cosa salía bien, pillar cacho. Lo de la tele fue una mala pasada de su amigo Fran, que era un peliculero y le había ayudado a rellenar el dichoso cuestionario. Algo había aprendido de él durante sus años de juergas y borracheras. Y siguió hablando sin parar, exagerando todo lo posible para entretener a su cita. Que no estaba mal para una noche, pero no le veía mucho futuro a aquello.

Ella, entre cucharada y cucharada de una mousse que sabía a detergente, hacía como que escuchaba. Pero estaba más atenta al camarero buenorro, que se paseaba por las mesas preguntando si todo estaba bien.

¿Dónde habrán colocado las cámaras?, se preguntaba de tanto en tanto, sonriendo exagerada para que su cita no se diese cuenta de que la velada estaba siendo un aburrimiento total.

Creo que me debería replantear lo de llegar a ser actriz. Estos tacones me están matando.

¿Y si le digo que me he dejado la cartera y que no puedo pagar? Pensará que soy un estúpido. Si Fran estuviera aquí sabría qué hacer. Podría ir al baño y aprovechar y decírselo al camarero o al presentador, a ver si lo solucionamos.

Pero no se movió de la mesa, nervioso por si la chica, de la que ni recordaba el nombre, le tomaba por un fantoche. Y seguía engullendo bocados de algo que le olía como a amoníaco.

Me aburro. Mucho, mucho, mucho. Este no para de hablar. Y me hago pis. O me levanto ya y me voy o me quedo aquí durmiendo encima del plato. Hay que ver qué suerte tienen los demás, lo bien que se lo están pasando. Esos de la mesa de atrás triunfan seguro.

¿Qué dice?
Que se marea. Se está poniendo pálido.

Ay, Dios mío. ¡¡QUÉ ASCO!! Como emitan esto por la tele, adiós mundo cruel.

Le leche, qué malo me estoy poniendo. No, no lo hagas delante de ella. Vuélvete…


Las cámaras siguieron grabando en modo automático. Las cenas de todas las mesas tuvieron que ser interrumpidas debido al repugnante olor que la vomitera había dejado en el local.
Avisaron a un médico de guardia para que atendiera casos leves de mareo, varios ataques de ansiedad y un caso grave de intoxicación por marisco en mal estado.
Sanidad precintó el plató, que servía de restaurante donde se realizaban las grabaciones del programa de citas más visto de todas las cadenas.
La cadena que emitía el programa tuvo que pagar una multa elevada por daños y perjuicios a la salud pública.

Nadie se acordó de cobrar las últimas cenas de ese día. Nadie consiguió una brillante carrera cinematográfica.

Las grabaciones ya emitidas sirvieron de relleno durante las madrugadas de varios fines de semana de verano.





Frase de publicidad sacada de un conocido programa de citas televisivas.






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