Cuando era pequeña
mamá y yo visitábamos a la abuela casi todas las tardes de verano.
Tomábamos el autobús de las cinco y yo me sentaba en el asiento de
delante, el mejor lugar para ver entrar a Juanito con su madre. No
recuerdo a dónde iban ellos, solo recuerdo que Juanito se sentaba a
mi lado y durante todo el trayecto hablábamos de nuestras cosas. Un
día vi que mascaba chicle y le pedí uno.
-No tengo más. Si
quieres te doy un trozo del mío, pero con una condición.
Lo miré
interrogante.
-Que seas mi novia
para siempre.
Tantas ganas tenía
del chicle que accedí. Han pasado más de treinta años. Seguimos
siendo novios, no quiere sacarse ni a tiros. Si lo llego a saber....
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