Me llamo Ciudadanía y quiere escribiros estas cuatro letras para que
sepáis lo que pienso, aunque bien sé que poco o nada os importa.
Presidente, aseguras sin que se te mueva ni un solo músculo de la
cara que la crisis va quedando atrás, que ya todo va mejor. Estoy de
acuerdo, va mucho mejor, pero para ti y los tuyos, con vuestros
puestos de trabajo fijos e indefinidos. Va bien para vosotros que os
ponéis uno sueldos escandalosos y que cuando os veis obligados a
dejar la poltrona estrenáis otra en los numerosos consejos de
administración que os esperan con los brazos abiertos, dispuestos a
devolveros favores pasados. No importa que no entendáis nada del
sector energético, industrial o farmacéutico, porque al fin y al
cabo lo único que importa es vuestra firma, y ésta, avalada por
títulos, másteres y contactos diversos, posee un gran valor. En
cambio yo, Ciudadanía, vivo padeciendo una ley laboral que me puede
dejar en la calle de un día para otro, me obliga a desplazarme a
cualquier lugar ya no del país, si no del mundo, y a sufrir toda
clase de maltrato por parte de mis contratadores, además de un
salario de miseria. Yo te pago a ti el sueldo, presidente. El sueldo
y los privilegios. Y tú a cambio me tiras unas monedas en el suelo
para que me agache a recogerlas. Así que no me vengas con cuentos,
presidente.
Político de la oposición, sí ese que mira para otro lado, hablo
contigo. Tu también disfrutas de poltronas, dinero y privilegios. Tu
también fuiste un día dirigente. ¿Y ahora me dices que si te voto
vas a cambiar las cosas? No me vengas con cuentos, político de la
oposición, que también te pago a ti para que no me soluciones nada.
Y tú, político de nuevo cuño, que arrancaste millones de votos
con millones de promesas. No me vengas con cuentos, porque desde que
llegaste nada ha cambiado. Yo, Ciudadanía, sigo viviendo tan mal
como antes de llegar vosotros. Yo, Ciudadanía, sigo pagando sueldos
escandalosos a unos y a otros, para ver cómo apenas acudís a
vuestros puestos de trabajo. Todos vosotros, políticos del
gobierno, de la oposición o de nuevo cuño, gozáis de sueldos
altos, pertenecéis a comisiones varias que la mayoría de las veces
no valen para nada, cobráis dietas, dinero para taxis, no pagáis
por parte de vuestros ingresos y recibiréis paga de jubilación
cotizando por muchos menos años que yo y los míos. Así que no me
vengáis con cuentos hasta que todo esto cambie, porque soy yo quien
está pagando toda esa fiesta.
Empresario, tú que andas todo el día quejándote de lo mucho que
trabajas y lo poco valorado que estás. Creo que no te has enterado
aún pero, según dicen, en los últimos tiempos los beneficios
empresariales han subido el triple que los salarios. Ah, que no te
habías dado cuenta. Pues yo te lo digo, así que no me vengas con
cuentos.
Hola, sindicalista que llevas años firmando acuerdos sobre salarios
y condiciones de trabajo con las organizaciones empresariales. Sí,
sí, a ti te digo. ¿Ahora protestas? ¿Ahora pretendes ponerte al
frente de manifestaciones mías, de Ciudadanía? Mira, no me vengas
con cuentos que ya nos conocemos de lejos.
Director de empresa farmacéutica, deja ya de inventar enfermedades
y males diversos para vender tus productos. Deja ya de hacer de mí,
Ciudadanía, un cuerpo sobremedicado y dedícate a investigar para
curar las enfermedades reales. Devuelve parte de lo que ganas conmigo
para financiar a esa marea de científicos faltos de medios. Y no me
vengas con cuentos, deja ya de querer venderme el elixir de la vida
eterna.
Y tú, banquero, tú que me has desangrado hasta dejarme en los
huesos ¿qué podría decirte? Sé que alma no tienes. Corazón no
creo. Y cabeza, de qué vale la cabeza si solo piensa en exprimir a
la gente. No quiero saber nada más de ti, no quiero ninguno de esos
productos que me ofreces como si me hablaras del cuento de La
lechera. A mí no me vengas con cuentos.
Para terminar voy a hablar contigo. Sí, tú, ese que se tiene por
experto cuando no por sabio. Si tanto sabes ¿cómo no viste llegar
la estafa? Ah, no, que fue una crisis. Bueno, si tú lo dices...Ahora
hablas y hablas de soluciones, aunque yo no veo que nada cambie,
salvo tus bolsillos llenos de lo bien que te pagan en charlas y
conferencias. Mira, a mí no me vengas con cuentos hasta que no
halles soluciones certeras.
Políticos varios, empresarios, sindicalistas, poderosos
farmacéuticos, acaudalados banqueros y auto denominados sabios, yo,
Ciudadanía, maltratada por todos vosotros, esqueleto de lo que fui,
estómago hambriento, desmoralizada, viviendo en una calle sin
salida, no obstante orgullosa, tan solo os exijo que hasta que no
decidáis hacer algo para mejorar mi vida, me dejéis en paz y, por
favor, no me vengáis con cuentos.
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