No me vengas con cuentos - Cristina Muñiz Martín





Me llamo Ciudadanía y quiere escribiros estas cuatro letras para que sepáis lo que pienso, aunque bien sé que poco o nada os importa.
Presidente, aseguras sin que se te mueva ni un solo músculo de la cara que la crisis va quedando atrás, que ya todo va mejor. Estoy de acuerdo, va mucho mejor, pero para ti y los tuyos, con vuestros puestos de trabajo fijos e indefinidos. Va bien para vosotros que os ponéis uno sueldos escandalosos y que cuando os veis obligados a dejar la poltrona estrenáis otra en los numerosos consejos de administración que os esperan con los brazos abiertos, dispuestos a devolveros favores pasados. No importa que no entendáis nada del sector energético, industrial o farmacéutico, porque al fin y al cabo lo único que importa es vuestra firma, y ésta, avalada por títulos, másteres y contactos diversos, posee un gran valor. En cambio yo, Ciudadanía, vivo padeciendo una ley laboral que me puede dejar en la calle de un día para otro, me obliga a desplazarme a cualquier lugar ya no del país, si no del mundo, y a sufrir toda clase de maltrato por parte de mis contratadores, además de un salario de miseria. Yo te pago a ti el sueldo, presidente. El sueldo y los privilegios. Y tú a cambio me tiras unas monedas en el suelo para que me agache a recogerlas. Así que no me vengas con cuentos, presidente.
Político de la oposición, sí ese que mira para otro lado, hablo contigo. Tu también disfrutas de poltronas, dinero y privilegios. Tu también fuiste un día dirigente. ¿Y ahora me dices que si te voto vas a cambiar las cosas? No me vengas con cuentos, político de la oposición, que también te pago a ti para que no me soluciones nada.
Y tú, político de nuevo cuño, que arrancaste millones de votos con millones de promesas. No me vengas con cuentos, porque desde que llegaste nada ha cambiado. Yo, Ciudadanía, sigo viviendo tan mal como antes de llegar vosotros. Yo, Ciudadanía, sigo pagando sueldos escandalosos a unos y a otros, para ver cómo apenas acudís a vuestros puestos de trabajo. Todos vosotros, políticos del gobierno, de la oposición o de nuevo cuño, gozáis de sueldos altos, pertenecéis a comisiones varias que la mayoría de las veces no valen para nada, cobráis dietas, dinero para taxis, no pagáis por parte de vuestros ingresos y recibiréis paga de jubilación cotizando por muchos menos años que yo y los míos. Así que no me vengáis con cuentos hasta que todo esto cambie, porque soy yo quien está pagando toda esa fiesta.
Empresario, tú que andas todo el día quejándote de lo mucho que trabajas y lo poco valorado que estás. Creo que no te has enterado aún pero, según dicen, en los últimos tiempos los beneficios empresariales han subido el triple que los salarios. Ah, que no te habías dado cuenta. Pues yo te lo digo, así que no me vengas con cuentos.
Hola, sindicalista que llevas años firmando acuerdos sobre salarios y condiciones de trabajo con las organizaciones empresariales. Sí, sí, a ti te digo. ¿Ahora protestas? ¿Ahora pretendes ponerte al frente de manifestaciones mías, de Ciudadanía? Mira, no me vengas con cuentos que ya nos conocemos de lejos.
Director de empresa farmacéutica, deja ya de inventar enfermedades y males diversos para vender tus productos. Deja ya de hacer de mí, Ciudadanía, un cuerpo sobremedicado y dedícate a investigar para curar las enfermedades reales. Devuelve parte de lo que ganas conmigo para financiar a esa marea de científicos faltos de medios. Y no me vengas con cuentos, deja ya de querer venderme el elixir de la vida eterna.
Y tú, banquero, tú que me has desangrado hasta dejarme en los huesos ¿qué podría decirte? Sé que alma no tienes. Corazón no creo. Y cabeza, de qué vale la cabeza si solo piensa en exprimir a la gente. No quiero saber nada más de ti, no quiero ninguno de esos productos que me ofreces como si me hablaras del cuento de La lechera. A mí no me vengas con cuentos.
Para terminar voy a hablar contigo. Sí, tú, ese que se tiene por experto cuando no por sabio. Si tanto sabes ¿cómo no viste llegar la estafa? Ah, no, que fue una crisis. Bueno, si tú lo dices...Ahora hablas y hablas de soluciones, aunque yo no veo que nada cambie, salvo tus bolsillos llenos de lo bien que te pagan en charlas y conferencias. Mira, a mí no me vengas con cuentos hasta que no halles soluciones certeras.
Políticos varios, empresarios, sindicalistas, poderosos farmacéuticos, acaudalados banqueros y auto denominados sabios, yo, Ciudadanía, maltratada por todos vosotros, esqueleto de lo que fui, estómago hambriento, desmoralizada, viviendo en una calle sin salida, no obstante orgullosa, tan solo os exijo que hasta que no decidáis hacer algo para mejorar mi vida, me dejéis en paz y, por favor, no me vengáis con cuentos.

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