Parásitos - Dori Terán


                                           Resultado de imagen de rémora

 No le cabía duda a Simón que la rémora estilizada y lenta en los movimientos natatorios que aparecía cada día adherida a Tadeo el tiburón del zoo, no tenía nada de enana. Le calculaba una longitud de más de un metro y a ojo de buen cubero un nada despreciable peso de unos dos kilos. Él pudo observar el proceso de parasitación, como la rémora se hizo huésped. Apareció una mañana y pegó su aleta dorsal como si de una ventosa se tratara a la parte de las branquias de Tadeo. Este ni se inmutó incluso parecía contento. Era frecuente ver a la rémora confiada, alegre y afanada deslizarse entre los dientes puntiagudos y extremadamente filosos del tiburón. Así se alimentaba de los muchos restos de comida que Tadeo desperdiciaba en sus espaciadas comidas pues solo se desayunaba dos veces por semana ingiriendo por toma un kilo de pescado más o menos . El pasado viernes la rémora que Simón había bautizado con el nombre de Café por su color marrón, desapareció entre el resto de pescados que formaban el menú de Tadeo. Estaba claro, Café había pasado de ser un parásito aprovechado a ser provecho y vitamina para su hospedador. A Simón le pareció que la boca de Tadeo cerrada y apretada esbozaba una sonrisa pícara.





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