Hago lo que me mandan sin preguntas - Marga Pérez


                                          Resultado de imagen de sala de espera consulta médica



Hola, soy Fran - dijo, poniéndose en pié frente a una veintena de personas que no le quitaban ojo- No sé qué tiene que ver el ir al médico con este grupo pero... me han pedido que me presente a vosotros contando una experiencia médica, así que ahí va:
Ya os dije que me llamo Fran . Tengo 42 años. Soy soltero, monitor de ocio y tiempo libre. Tengo una licenciatura en filosofía de la que no encontré nunca trabajo y la dejé aparcada para dedicarme profesionalmente a mi afición de siempre: los deportes de riesgo. ¡Ah! se me olvidaba, soy un tío sano.¿ Qué por qué he ido a mi médico? Os lo cuento, es la única vez que estuve en su consulta.
Hace tiempo haciendo parapente me retorcí un pie. Lo tuve vendado con pomada antiinflamatoria durante varios días... pero seguí haciendo el mismo ejercicio. En mi trabajo, como autónomo,las bajas médicas no me las podía permitir...
El pie estuvo una temporada un poco mejor pero, poco a poco fue empeorando, cada vez me dolía más. Ya no podía trabajar. Era obligado conocer a mi médico y me dirigí a su consulta sin ningún entusiasmo, no me gustan los médicos.
Cuando vi llena la sala de espera estuve tentado a poner pies en polvorosa pero, como no tenía nada mejor que hacer, me lo tomé con filosofía (para algo me tenía que servir) y me senté decidido a esperar pacientemente a que me llamasen. Enseguida me di cuenta que a más de uno le hubiese venido bien.
-¿Ya me toca? preguntó un joven pirado abriendo la puerta de la consulta. Desde dentro se oyó la voz del médico pero no se entendió lo que le dijo. Cerró la puerta y volvió a su asiento mientras la viejecita que estaba a su lado nos contaba sus problemas gástricos.
-Siempre he sido estreñida - decía con ingenua dulzura- (Fran imitaba su voz) tanto que para hacer de cuerpo tenía que tomar un vaso de agua caliente al despertar y un kiwi en el desayuno y, hasta después de comer no me hacían efecto. Ahora, sin hacer nada, estoy con diarrea. Después de ochenta y seis años de estreñimiento...
-¡Algo habrá hecho! -le dijo la mujer de enfrente que acompañaba a su marido que sufría de muchos dolores- sin más ni más no se vuelve una diarréica ¿no cree?
-¿Ya me toca? volvió a preguntar el joven pirado metiendo la cabeza en la consulta. Oímos con claridad un "siéntese" al otro lado de la puerta. El joven se dedicó a pasear de un lado para otro hablando consigo mismo.
-Le aseguro que no hice nada distinto a lo que hago cada día -volvió la anciana con el tema. ¿Cree que el doctor me dará un girasol? mi vecina me dijo que a ella le iba muy bien.
-¿Un girasol? ¿no será un aerosol? Le preguntó la mujer de enfrente con la nariz arrugada y sonrisa sardónica.
-Será, será. A ella le va muy bien...
-Pues a mi no me sirvió para nada -contestó airada otra mujer que tenía el pelo rojo y cara de pocos amigos. No se había perdido ni ripio de la conversación y entró como un miura dispuesta a desacreditar a los aerosoles- por eso estoy aquí. Hace quince días me dijo el médico que era alérgica al pelo de los gatos y que tenía que usar un aerosol y, después de quince días usándolo, estoy igual...
-¿Ya me toca? volvió a preguntar el joven que, sin recibir respuesta, cerró la puerta y se sentó mirando el suelo.
-¿Y tiene gato? preguntó alguien.
-¡Claro! le echo el aerosol tres veces al día, por todo el cuerpo, y estoy igual, no mejoro.
Hubo varias sonrisas silenciosas pero ninguno dijimos nada.
-¿Será bueno eso para mi diarrea? -volvió la anciana-
-Señora, la diarrea no tiene ninguna importancia -dijo el marido de la señora de enfrente con cara de sufrimiento- Yo, tengo tantos dolores que necesitaría un trasplante de cintura para arriba, se lo aseguro
-Y de cintura para abajo también, apostilló su mujer mirando a la joven que tenía al lado. Ambas sonrieron con picardía.
-¿Ya me toca? -Preguntó de nuevo el impaciente, justo en el momento que la joven que estaba dentro se levantaba - Ya puede pasar, hombre... -le dijo el médico sin saber si era el siguiente.
-Ahora tengo que ir al baño, espere, enseguida vengo. Y salió corriendo dejando atónito al doctor que llamó a otro paciente en cuanto se recuperó.
- ¿Entonces dice que no tiene importancia mi diarrea? Volvió la anciana a su tema. Pues a mi me preocupa porque siempre fui estreñida. Además tiene un color... -y diciendo esto echó mano a la bolsa y sacó un tupperware- Mire, ¿le parece normal este color?
Al destapar la caja la sala de espera se inundó de un pestilente olor fétido que provocó una desbandada general.
-Quería quedarme, de verdad, pero no encontré ningún razonamiento filosófico que me convenciese que era lo mejor. Huí, como todos. Esta es la vez que estuve más cerca de mi médico. Es verídico. No puedo decir otra cosa. De verdad.
Mientras Fran se sentaba aliviado oyó los aplausos que le brindaban sus compañeros. Todos habían reído con ganas. Fran rompió el hielo. Leyó su relato y escenificó con gracia cada personaje. Eran desconocidos y habían llegado bastante nerviosos. Estaban allí para lo mismo: aspiraban a un puesto de trabajo y harían lo que les pidiesen... pero ninguno entendía qué tenía que ver esto con una selección de personal... El seleccionador no dejó de tomar notas desde la última fila.





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