Hijo del cielo - Marian Muñoz



Relato inspirado en la fotografía

Me ha costado pero por fin he logrado superar su muerte. Me resultaba un tema angustioso a todos los niveles, tal vez por el ansia de pertenecer a alguien hacía que mis sentimientos se mantuvieran bloqueados, y no sé si la lejanía en el tiempo o aquel encuentro casual, me ayudó por fin a relajarme.
Fue un nueve de diciembre cuando ella pasó a mejor vida. Nunca fue una madre modelo y tampoco normal. Divertida, cariñosa, ocurrente, en mi adolescencia pensé que tanto desenfreno juvenil le había afectado al cerebro, ya que su comportamiento no era como el resto de madres que conocía, ella era no sólo genial, sino muy especial.
Añoro las historias que contaba al haber vivido en una comuna, disfrutando libremente sin preocupaciones del tiempo y del placer, ya fuera sexual u onírico fumando hierba. No tenía obligaciones y se buscaba el sustento incluso con pequeños hurtos, si hiciera falta, pero en cuanto fue consciente del embarazo, su disposición ante la vida cambió por completo. Un bebé en camino era mucha responsabilidad para dejarlo todo al azar, y fue en ese momento cuando tomó la decisión de encarrilarse socialmente.
Piso compartido y trabajo de teleoperadora, la hicieron sentar la cabeza y volver al redil. Iba a ser madre soltera, no por ello dejaría de proporcionar los mejores cuidados a su retoño, iguales o mejores a los que ella recordaba haber tenido. Quizás por fumar tanta maría disponía de una verborrea fácil, ayudándole a escalar rápidamente puestos en la empresa de comunicación. Cuando ya me tuvo entre sus brazos, alternó su trabajo matutino con el de cuidar niños de las vecinas, además de a mí. Así que en casa siempre había risas y juegos para entretenerlos a ellos.
Faldas largas y flores en el pelo, es la imagen que guardo en mis recuerdos. Pelo ondulado y aroma a camomila eran detalles de su originalidad, además de sus ricas tisanas que curaban los males mejor que muchas medicinas. Pero lo más curioso que destaco de ella, fue cuando intentó explicarme quien era mi padre.
En la escuela trabajábamos confeccionando un marca páginas para celebrar la festividad de los progenitores. El más chulo de la clase era el mío, pero me sentía muy triste al no tener a quien regalárselo. Ella al verme cabizbajo y sabiendo el motivo, decidió explicarme de quien era hijo.
Tú sabes, me dijo muy seria, que algunos niños los trae la cigüeña, otros el butanero o el fontanero, e incluso el cartero, pero tú eres hijo del cielo. Una tarde de fiesta en la comuna, sin darme cuenta fui abducida por una nave extraterrestre. Al principio tenía miedo, pero aquellos seres me trataron bien y no me lastimaron, apenas estuve veinticuatro horas con ellos, pero mis amigos me contaron que estuvieron buscándome casi un mes. No dieron con mi paradero hasta que los alienígenas me permitieron descender de la nave y fui yo quien los encontré. Días más tarde reconocí unos síntomas peculiares, dándome cuenta que estaba embarazada, cambiando mi comportamiento radicalmente y sin esfuerzo. Presentía que el nuevo bebé iba a ser un mesías moderno, y creo que no me equivoqué porque eres el niño más listo y más bueno que conozco.
Tal vez de niño lo fuera, pero ahora soy un adulto del montón, eso sí, con cierto interés exagerado por los temas de ciencia ficción y extraterrestres, pero tan normal como tú. Con el tiempo me hice fotógrafo, actividad que me permite dedicarme a mis aficiones. En el último chequeo de la empresa, al hacerme un escáner, encontraron un “ONI” en mi cuerpo, según dijo el doctor, “objeto no identificado”, algo metálico que no encajaba en mi historial médico.
La idea de mi paternidad extraterrestre resurgió en mi mente. ¿Podría ser cierto el extraño embarazo de mi madre? Medicamente iba a ser más difícil extraer el objeto extraño que los inconvenientes que me pudiera acarrear, así que llevé el tema en secreto y seguí con mi vida habitual.
Tras la muerte de mi madre en diciembre, preveía unas navidades tristes, melancólicas y lloronas, ya que siempre las pasábamos juntos. Por lo que decidí irme a la nieve. Estar al aire libre y cambiar el entorno me iba a sentar bien. La estancia estaba resultando estupenda, hasta que una mañana esquiando, mi melancolía afloró y pudo conmigo. Me fallaron las fuerzas para sostenerme sobre los esquís. Sentado en la nieve mientras contemplaba desde arriba la estación invernal, divisé malamente entre lágrimas una nube muy rara que se acercaba a más velocidad de lo que pudiera ser normal. Cuanto más se acercaba más sosiego percibía en mi interior. Al mirar hacia el firmamento, observé como la nube se despejaba y daba paso a la figura de una nave espacial, no tuve ninguna duda, lo presentí, mi padre venía a consolarme. En mi interior oía una voz que repetía “no estás sólo, no estás sólo” y la angustia que me embargaba se marchó volando igual que la rara nube.
Bajé como un cohete por la pendiente de la montaña en dirección al pueblo que había a pie del valle, cuando llegué al mismo comprendí que mi madre no había mentido, soy hijo del cielo.






Licencia de Creative Commons

Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario