Relato inspirado en la fotografía
Me
ha costado pero por fin he logrado superar su muerte. Me resultaba
un tema angustioso a todos los niveles, tal vez por el ansia de
pertenecer a alguien hacía que mis sentimientos se mantuvieran
bloqueados, y no sé si la lejanía en el tiempo o aquel encuentro
casual, me ayudó por fin a relajarme.
Fue
un nueve de diciembre cuando ella pasó a mejor vida. Nunca fue una
madre modelo y tampoco normal. Divertida, cariñosa, ocurrente, en
mi adolescencia pensé que tanto desenfreno juvenil le había
afectado al cerebro, ya que su comportamiento no era como el resto de
madres que conocía, ella era no sólo genial, sino muy especial.
Añoro
las historias que contaba al haber vivido en una comuna, disfrutando
libremente sin preocupaciones del tiempo y del placer, ya fuera
sexual u onírico fumando hierba. No tenía obligaciones y se
buscaba el sustento incluso con pequeños hurtos, si hiciera falta,
pero en cuanto fue consciente del embarazo, su disposición ante la
vida cambió por completo. Un bebé en camino era mucha
responsabilidad para dejarlo todo al azar, y fue en ese momento
cuando tomó la decisión de encarrilarse socialmente.
Piso
compartido y trabajo de teleoperadora, la hicieron sentar la cabeza y
volver al redil. Iba a ser madre soltera, no por ello dejaría de
proporcionar los mejores cuidados a su retoño, iguales o mejores a
los que ella recordaba haber tenido. Quizás por fumar tanta maría
disponía de una verborrea fácil, ayudándole a escalar rápidamente
puestos en la empresa de comunicación. Cuando ya me tuvo entre sus
brazos, alternó su trabajo matutino con el de cuidar niños de las
vecinas, además de a mí. Así que en casa siempre había risas y
juegos para entretenerlos a ellos.
Faldas
largas y flores en el pelo, es la imagen que guardo en mis recuerdos.
Pelo ondulado y aroma a camomila eran detalles de su originalidad,
además de sus ricas tisanas que curaban los males mejor que muchas
medicinas. Pero lo más curioso que destaco de ella, fue cuando
intentó explicarme quien era mi padre.
En
la escuela trabajábamos confeccionando un marca páginas para
celebrar la festividad de los progenitores. El más chulo de la
clase era el mío, pero me sentía muy triste al no tener a quien
regalárselo. Ella al verme cabizbajo y sabiendo el motivo, decidió
explicarme de quien era hijo.
Tú
sabes, me dijo muy seria, que algunos niños los trae la cigüeña,
otros el butanero o el fontanero, e incluso el cartero, pero tú eres
hijo del cielo. Una tarde de fiesta en la comuna, sin darme cuenta
fui abducida por una nave extraterrestre. Al principio tenía miedo,
pero aquellos seres me trataron bien y no me lastimaron, apenas
estuve veinticuatro horas con ellos, pero mis amigos me contaron que
estuvieron buscándome casi un mes. No dieron con mi paradero hasta
que los alienígenas me permitieron descender de la nave y fui yo
quien los encontré. Días más tarde reconocí unos síntomas
peculiares, dándome cuenta que estaba embarazada, cambiando mi
comportamiento radicalmente y sin esfuerzo. Presentía que el nuevo
bebé iba a ser un mesías moderno, y creo que no me equivoqué
porque eres el niño más listo y más bueno que conozco.
Tal
vez de niño lo fuera, pero ahora soy un adulto del montón, eso sí,
con cierto interés exagerado por los temas de ciencia ficción y
extraterrestres, pero tan normal como tú. Con el tiempo me hice
fotógrafo, actividad que me permite dedicarme a mis aficiones. En
el último chequeo de la empresa, al hacerme un escáner, encontraron
un “ONI” en mi cuerpo, según dijo el doctor, “objeto no
identificado”, algo metálico que no encajaba en mi historial
médico.
La
idea de mi paternidad extraterrestre resurgió en mi mente. ¿Podría
ser cierto el extraño embarazo de mi madre? Medicamente iba a ser
más difícil extraer el objeto extraño que los inconvenientes que
me pudiera acarrear, así que llevé el tema en secreto y seguí con
mi vida habitual.
Tras
la muerte de mi madre en diciembre, preveía unas navidades tristes,
melancólicas y lloronas, ya que siempre las pasábamos juntos. Por
lo que decidí irme a la nieve. Estar al aire libre y cambiar el
entorno me iba a sentar bien. La estancia estaba resultando
estupenda, hasta que una mañana esquiando, mi melancolía afloró y
pudo conmigo. Me fallaron las fuerzas para sostenerme sobre los
esquís. Sentado en la nieve mientras contemplaba desde arriba la
estación invernal, divisé malamente entre lágrimas una nube muy
rara que se acercaba a más velocidad de lo que pudiera ser normal.
Cuanto más se acercaba más sosiego percibía en mi interior. Al
mirar hacia el firmamento, observé como la nube se despejaba y daba
paso a la figura de una nave espacial, no tuve ninguna duda, lo
presentí, mi padre venía a consolarme. En mi interior oía una voz
que repetía “no estás sólo, no estás sólo” y la angustia que
me embargaba se marchó volando igual que la rara nube.
Bajé
como un cohete por la pendiente de la montaña en dirección al
pueblo que había a pie del valle, cuando llegué al mismo comprendí
que mi madre no había mentido, soy hijo del cielo.
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