Creí
que era su medicamento
y se lo había dado
a su hora. No tenía reloj pero el camión de la basura pasa todos
los días a las tres de la mañana por el barrio y en ese instante le
di la pastilla, ¿Cómo iba a saber yo que eran caramelos para la
garganta y no la pastilla del corazón? Yo no lo dejé morir a posta
señoría.
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