Con las pinzas
de la ropa nos fabricábamos unas pistolas. Si lo tuviera que hacer
ahora no sabría. Luego atrapábamos sapos,
ranas o lagartijas. Con cinta aislante los pegábamos a los raíles
de la vía del tren. Ni que decir tiene que quedaban hechos papilla.
Luego secaban al sol y con aquella piel dura y acartonada, más las
pistolas, jugábamos a indios y vaqueros, como las películas que
echaban en la televisión los sábados por la tarde. Ayer se lo
contaba a mi hijo. No entendía esos juegos. A indios y vaqueros
juega en el ordenador, o en el móvil. Cosas del progreso.
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