Campanilla entró a ver la anunciada como la película más
terrorífica de todos los tiempos, la película que te helará la
sangre. Los cobardes de sus amigos no habían querido acompañarla.
No pensaba contarles nada. Se quedarían con las ganas. Campanilla,
encogida en su asiento, no despegaba los ojos de la pantalla. De vez
en cuando un sobresalto la hacia botar en la butaca, pero no por ello
dejaba de mirar. A media película le pareció que quedaba poca gente
en el cine. De hecho cuando ella había entrado no había más que
unos treinta personas y muchas no habían aguantado, se habían ido.
Estaba muy oscuro y apenas se veía. Su fila estaba vacía y también
las que alcanzaba su vista tanto hacia abajo como hacia arriba. ¿Y
si había quedado sola? Eso la alarmó. Un poco más tarde, comenzó
a tener la certeza de estar sola. La alarma se tornó angustia.
Deseaba que acabara la película, pues no se atrevía a levantarse y
marchar. No en esa oscuridad. A medida que avanzaba la proyección
avanzaba también el miedo. Encogida en su asiento, haciéndose
invisible a posibles ojos extraños continuó con los suyos
pendientes de la pantalla. La música tenebrosa se colaba dentro de
ella, erizando su piel. Cuando terminó la película y se encendieron
las luces vio que tan solo estaba otra persona con ella. Era un
hombre. Salieron a la calle y a Campanilla le pareció que la estaba
siguiendo. Las sombras de la noche se mezclaban con las imágenes que
acababa de ver acelerando su corazón. Era tarde, no había gente por
la calle y apenas circulaban coches. El hombre del cine la perseguía,
no tenía duda. Su corazón empezó a latir con tanta fuerza que
parecía querer huir de su cuerpo, el aire penetraba con dificultad
en sus pulmones, sus brazos y piernas comenzaron a temblar de manera
incontrolada, un sudor frío la envolvió como un sudario. Una nube
negra y espesa acudió en su ayuda, nublándole los sentidos y
atrayéndola hacia el suelo. El hombre que caminaba tras ella en
dirección a su casa acudió en su auxilio. Llamó a emergencias. No
hubo nada qué hacer. Nunca podría contar la película a sus amigos.
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