Nunca os lo contaré - Cristina Muñiz Martín

                                  


Campanilla entró a ver la anunciada como la película más terrorífica de todos los tiempos, la película que te helará la sangre. Los cobardes de sus amigos no habían querido acompañarla. No pensaba contarles nada. Se quedarían con las ganas. Campanilla, encogida en su asiento, no despegaba los ojos de la pantalla. De vez en cuando un sobresalto la hacia botar en la butaca, pero no por ello dejaba de mirar. A media película le pareció que quedaba poca gente en el cine. De hecho cuando ella había entrado no había más que unos treinta personas y muchas no habían aguantado, se habían ido. Estaba muy oscuro y apenas se veía. Su fila estaba vacía y también las que alcanzaba su vista tanto hacia abajo como hacia arriba. ¿Y si había quedado sola? Eso la alarmó. Un poco más tarde, comenzó a tener la certeza de estar sola. La alarma se tornó angustia. Deseaba que acabara la película, pues no se atrevía a levantarse y marchar. No en esa oscuridad. A medida que avanzaba la proyección avanzaba también el miedo. Encogida en su asiento, haciéndose invisible a posibles ojos extraños continuó con los suyos pendientes de la pantalla. La música tenebrosa se colaba dentro de ella, erizando su piel. Cuando terminó la película y se encendieron las luces vio que tan solo estaba otra persona con ella. Era un hombre. Salieron a la calle y a Campanilla le pareció que la estaba siguiendo. Las sombras de la noche se mezclaban con las imágenes que acababa de ver acelerando su corazón. Era tarde, no había gente por la calle y apenas circulaban coches. El hombre del cine la perseguía, no tenía duda. Su corazón empezó a latir con tanta fuerza que parecía querer huir de su cuerpo, el aire penetraba con dificultad en sus pulmones, sus brazos y piernas comenzaron a temblar de manera incontrolada, un sudor frío la envolvió como un sudario. Una nube negra y espesa acudió en su ayuda, nublándole los sentidos y atrayéndola hacia el suelo. El hombre que caminaba tras ella en dirección a su casa acudió en su auxilio. Llamó a emergencias. No hubo nada qué hacer. Nunca podría contar la película a sus amigos.





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