Y
entonces recordó una conversación a la que no había dado mayor
importancia en su momento.
Era
domingo y toda la pandilla estaba de comida campestre, intentando
relajarse, cansados de aquella estúpida rutina en la que se habían
metido, sin querer pero obligados por las circunstancias de la vida.
Todos
querían irse a vivir lejos y dejar sus trabajos. Sin
responsabilidades. Con buen tiempo. Sin horarios. Con todo el tiempo
del mundo. Sin calor ni frío. Con libertad para volar, para viajar.
–
¿Qué mejor que ser el personaje de un
libro? –había apuntado Manu.
Y
todos rieron, conociendo su afición a la lectura, que ninguno
compartía.
–Algún
día os llevaré conmigo y veréis mundos jamás imaginados.
Demasiadas
cervezas, demasiado calor, demasiado cansancio acumulado y la lengua
demasiado suelta, pensó ella entonces, riendo como todos.
Ahora
Ana da vueltas al e-book apagado mientras la conversación se
enciende insistente en su memoria.
Manu
se fue.
O
se lo llevaron.
Manu
se cansó de este mundo.
O
le atraparon en otros universos.
Si
lo cuenta, la tomarán por loca.
¿O
se unirían a su locura y lo buscarían allá donde estuviera?
No
consigue encender el e-book, que ahora empieza a quemarle entre las
manos.
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