Hemos visto pasar parte de la
historia de la ciudad desde este rincón. Testigos de los primeros
pasos tambaleantes de quienes, después, han declarado su amor
grabando sus nombres en el respaldo de piedra. Y años más tarde,
boina, transistor y bastón en mano, intentaban arreglar males del
mundo.
Vendedores ambulantes nos han
usado como mostrador para sus mercancías. Algún perro nos ha dejado
su oloroso regalito correspondiente.
Pero a pesar del frío, el
viento, el agua y algún huracán, hemos permanecido en nuestro
rincón, impertérritos.
Ahora parece que ni yo ni mis
compañeros de piedra servimos. La remodelación del parque no
entiende de nostalgias. Y pronto llegarán otros bancos más nuevos,
más modernos, más ergonómicos, dicen los que entienden, para
seguir sosteniendo el cansancio, los sueños y las ilusiones de
quienes vengan detrás.
(En recuerdo de los bancos de piedra de Las Meanas, previos a la última remodelación)
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