Aquella misma tarde quedé con una
amiga para tomar un café. Esther llevaba toda la vida viviendo en el
barrio, al que yo había llegado apenas unos meses antes, cuando abrí
mi clínica veterinaria. Lo primero que hice cuando me vi a su lado
fue comentarle el episodio con el enterrador.
-¿Te refieres a Macario? ¿Un
hombre que tiene un ojo opaco? - me preguntó.
-Sí, a ese mismo.
-¿Y su gato es un gatito gris,
con los ojos muy verdes?
-Exacto, así es.
-Es imposible que ese gato haya
sobrevivido, yo misma fue testigo del atropello, le pasó una
furgoneta por encima, lo arroyó, y cuando Macario lo recogió del
asfalto el gato.....estaba muerto. Si hasta hubiera jurado que se le
salieron las tripas por la boca.
Las palabras de amiga me
asustaron. Su relato, unido a la animadversión que en mí despertaba
aquel hombre y a su aspecto un tanto lúgubre me alarmaron más de
la cuenta.
-A ver si va a ser un gato zombi
– dije medio en serio medio en broma con el fin de ahuyentar mis
fantasmas.
Mi amiga se me quedó mirando
durante un rato, pensativa, intentando digerir mis palabras.
-Supongo que no hablas en serio,
pero.... Macario era vecino de mis padres hace algunos años. Trajo
el gato de un viaje que hizo a Guinea Ecuatorial a visitar unos
parientes y siempre le tuvo mucho cariño. No sé por qué, pero me
parece que ese gato tiene para él un valor especial que se me escapa
y además.....creo que tengo algo que contarte. - dijo por fin.
-Me estás asustando – le
contesté con toda la calma de que fui capaz.
-No es para menos. Escucha, tú
sabes que Macario es el enterrador del barrio ¿no? Él te lo dijo.
Asentí con un gesto de cabeza.
-Pues tal vez debería decir que
era el enterrador, porque desde hace cosa de dos años no muere nadie
y para mí que él tiene algo que ver en todo esto.
-¿Qué quieres decir? - le
pregunté sin entender nada de lo que me estaba contando.
-Verás, hace tiempo que vengo
sospechando.... que Macario revive a los muertos.
-Eso es absurdo, y tú lo sabes.
-Puede que parezca absurdo pero
los hechos llevan a pensar en ello. Lo empecé a sospechar cuando me
di cuenta de que cuando alguien estaba moribundo él siempre andaba
rondándole y como por arte de magia de repente la persona se ponía
buena. Una vez hubo un accidente muy grave en el puente que va hacia
la isla. Ricardo, un chico que tenía poco más de veinte
años....murió, o por lo menos eso fue lo que dijeron los médicos
que llegaron en la ambulancia y que intentaron recogerlo y digo
intentaron porque Macario apareció por allí y se lo llevó.
-¿Cómo que se lo llevó? ¿Así,
de pronto, delante de todos? ¿Y nadie le dijo nada?
-Llamaron al juez para levantar
el cadáver, y cuando el hombre se personó en el lugar, viendo a la
madre del chico desesperada y que no había nada que hacer por el
muchacho, como Macario le dijo que él era el encargado de la
funeraria.... pues el juez le dejó que se ocupara él de los
trámites. No sé lo que hizo, pero el caso es que a la semana
Ricardo se volvió a ver por el barrio vivito y coleando. Se corrió
el rumor de que había sido una equivocación tremenda de los
médicos, que en realidad todavía le quedaba un hilo de vida cuando
parecía estar muerto..... pero casi nadie sabe en realidad qué pasó
y los que lo saben se callan. Hace unas semanas se puso muy mala la
vecina del sexto. Es una mujer de mediana edad con muchos
padecimientos, entre ellos una cardiopatía que ya le lleva dado más
de un susto, y parece ser que de nuevo su corazón falló y mucho,
porque una noche escuché tremendo jaleo y oí a su hija llorando.
Evidentemente supuse que había muerto. Al cabo de unas horas escuché
también el sonido del timbre y por curiosidad me levanté de la cama
y me acerqué a la puerta de entrada. Cuando miré por la mirilla no
te imaginas lo que vi: a Macario con un bulto echado al hombro, que
no podía ser otra cosa que la vecina. No sé lo que hizo con ella ni
a dónde la llevó, pero a los pocos días ya andaba la buena mujer
por la casa como si nada hubiera ocurrido. Además hay algo común en
ella y en Ricardo y es que los dos están como atontados, como idos,
como si en realidad no estuvieran en este mundo y puede que sea así.
Me quedé un rato pensando.
Aquello parecía el argumento de una película de terror.
-Sin embargo el gato no estaba
atontado, al revés, estaba inquieto. - se me ocurrió decir.
-Es que yo no creo que haya
revivido al gato, yo creo que revive a las personas y que el gato
tiene algo que ver en ello. Y me gustaría saber qué rayos es.
Llevé la bebida que estaba
tomando a la boca, me tomé un trago y miré a mi amiga.
-Esto no puede ser verdad.
Pero fuera verdad o no, lo cierto es
que durante unos días no pude dejar de darle vueltas a aquella
historia. Por muy inverosímil que pareciera, si se analizaba con
calma, no dejaba de tener cierta lógica y más cuando puede
comprobar que, tal y como me había contado Esther, tanto el muchacho
que había sufrido el accidente como la mujer a la que había fallado
el corazón, efectivamente no parecían tener la mente demasiado
despejada, más bien al contrario, estaban como en las nubes,
distraídos, lelos. Y poco a poco fuimos descubriendo que no sólo
ellos sufrían semejante atontamiento, también Lolita la panadera,
Maria Jesus, la dueña de la mercería; Juan Angel, el repartidor del
butano.... y alguno más. Todos, absolutamente todos, tenían en
común que aparentemente había estado muy cerca de la muerte y
habían conseguido sobrevivir cuando nadie hubiera apostado por ello.
No pudimos comprobar que Macario tuviera algo que ver, pero para
nosotros casi era evidente. Así que no se nos ocurrió otra cosa que
perseguir al enterrador. Teníamos que saber la verdad.
No fue tarea fácil. Después de
mi salida de tono el hombre no se volvió a presentar por la clínica.
Yo sentía una acuciante curiosidad por el destino corrido por su
gato, y ese mismo destino fue generoso cuando me permitió cruzarme
con el hombre por la calle, con su minino en brazos. Me armé de
valor y me interesé por el gato.
-Buenas tardes Macario ¿qué
tal está su gato? ¿Ya se ha calmado? - le pregunté acercándome al
animalito, que seguía pareciendo un tanto nervioso, pues me bufó
nada más verme.
-Mucho mejor, gracias, y no
precisamente por lo que usted haya hecho por él.- me contestó el
hombre de malos modos.
Siguió su camino sin más
preámbulos, aunque en esos escasos minutos pude comprobar que las
heridas del gato se iban curando milagrosamente. Todo resultaba
inquietante e inexplicable, lo cual me empujaba a continuar con mis
averiguaciones. Necesitaba saber qué secreto escondía aquel hombre.
Quiso la mala suerte que al cabo
de unos días un muchacho que trabajaba en la construcción de un
edificio adyacente a mi clínica se cayera de un andamio y se
partiera la cabeza. Yo misma salí a ofrecer los primeros auxilios y
pude comprobar que la vida se le iba por momentos. La ambulancia
apenas tardó unos minutos en llegar y se lo llevó al hospital. Yo,
con la excusa de haberle auxiliado y de interesarme por su estado,
cogí mi coche y me fui detrás. No me sorprendió, cuando llegaron
los familiares del chico, ver que los acompañaba el enterrador.
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