El gato del enterrador (segunda parte) - Gloria Losada

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Aquella misma tarde quedé con una amiga para tomar un café. Esther llevaba toda la vida viviendo en el barrio, al que yo había llegado apenas unos meses antes, cuando abrí mi clínica veterinaria. Lo primero que hice cuando me vi a su lado fue comentarle el episodio con el enterrador.
-¿Te refieres a Macario? ¿Un hombre que tiene un ojo opaco? - me preguntó.
-Sí, a ese mismo.
-¿Y su gato es un gatito gris, con los ojos muy verdes?
-Exacto, así es.
-Es imposible que ese gato haya sobrevivido, yo misma fue testigo del atropello, le pasó una furgoneta por encima, lo arroyó, y cuando Macario lo recogió del asfalto el gato.....estaba muerto. Si hasta hubiera jurado que se le salieron las tripas por la boca.
Las palabras de amiga me asustaron. Su relato, unido a la animadversión que en mí despertaba aquel hombre y a su aspecto un tanto lúgubre me alarmaron más de la cuenta.
-A ver si va a ser un gato zombi – dije medio en serio medio en broma con el fin de ahuyentar mis fantasmas.
Mi amiga se me quedó mirando durante un rato, pensativa, intentando digerir mis palabras.
-Supongo que no hablas en serio, pero.... Macario era vecino de mis padres hace algunos años. Trajo el gato de un viaje que hizo a Guinea Ecuatorial a visitar unos parientes y siempre le tuvo mucho cariño. No sé por qué, pero me parece que ese gato tiene para él un valor especial que se me escapa y además.....creo que tengo algo que contarte. - dijo por fin.
-Me estás asustando – le contesté con toda la calma de que fui capaz.
-No es para menos. Escucha, tú sabes que Macario es el enterrador del barrio ¿no? Él te lo dijo.
Asentí con un gesto de cabeza.
-Pues tal vez debería decir que era el enterrador, porque desde hace cosa de dos años no muere nadie y para mí que él tiene algo que ver en todo esto.
-¿Qué quieres decir? - le pregunté sin entender nada de lo que me estaba contando.
-Verás, hace tiempo que vengo sospechando.... que Macario revive a los muertos.
-Eso es absurdo, y tú lo sabes.
-Puede que parezca absurdo pero los hechos llevan a pensar en ello. Lo empecé a sospechar cuando me di cuenta de que cuando alguien estaba moribundo él siempre andaba rondándole y como por arte de magia de repente la persona se ponía buena. Una vez hubo un accidente muy grave en el puente que va hacia la isla. Ricardo, un chico que tenía poco más de veinte años....murió, o por lo menos eso fue lo que dijeron los médicos que llegaron en la ambulancia y que intentaron recogerlo y digo intentaron porque Macario apareció por allí y se lo llevó.
-¿Cómo que se lo llevó? ¿Así, de pronto, delante de todos? ¿Y nadie le dijo nada?
-Llamaron al juez para levantar el cadáver, y cuando el hombre se personó en el lugar, viendo a la madre del chico desesperada y que no había nada que hacer por el muchacho, como Macario le dijo que él era el encargado de la funeraria.... pues el juez le dejó que se ocupara él de los trámites. No sé lo que hizo, pero el caso es que a la semana Ricardo se volvió a ver por el barrio vivito y coleando. Se corrió el rumor de que había sido una equivocación tremenda de los médicos, que en realidad todavía le quedaba un hilo de vida cuando parecía estar muerto..... pero casi nadie sabe en realidad qué pasó y los que lo saben se callan. Hace unas semanas se puso muy mala la vecina del sexto. Es una mujer de mediana edad con muchos padecimientos, entre ellos una cardiopatía que ya le lleva dado más de un susto, y parece ser que de nuevo su corazón falló y mucho, porque una noche escuché tremendo jaleo y oí a su hija llorando. Evidentemente supuse que había muerto. Al cabo de unas horas escuché también el sonido del timbre y por curiosidad me levanté de la cama y me acerqué a la puerta de entrada. Cuando miré por la mirilla no te imaginas lo que vi: a Macario con un bulto echado al hombro, que no podía ser otra cosa que la vecina. No sé lo que hizo con ella ni a dónde la llevó, pero a los pocos días ya andaba la buena mujer por la casa como si nada hubiera ocurrido. Además hay algo común en ella y en Ricardo y es que los dos están como atontados, como idos, como si en realidad no estuvieran en este mundo y puede que sea así.
Me quedé un rato pensando. Aquello parecía el argumento de una película de terror.
-Sin embargo el gato no estaba atontado, al revés, estaba inquieto. - se me ocurrió decir.
-Es que yo no creo que haya revivido al gato, yo creo que revive a las personas y que el gato tiene algo que ver en ello. Y me gustaría saber qué rayos es.
Llevé la bebida que estaba tomando a la boca, me tomé un trago y miré a mi amiga.
-Esto no puede ser verdad.
Pero fuera verdad o no, lo cierto es que durante unos días no pude dejar de darle vueltas a aquella historia. Por muy inverosímil que pareciera, si se analizaba con calma, no dejaba de tener cierta lógica y más cuando puede comprobar que, tal y como me había contado Esther, tanto el muchacho que había sufrido el accidente como la mujer a la que había fallado el corazón, efectivamente no parecían tener la mente demasiado despejada, más bien al contrario, estaban como en las nubes, distraídos, lelos. Y poco a poco fuimos descubriendo que no sólo ellos sufrían semejante atontamiento, también Lolita la panadera, Maria Jesus, la dueña de la mercería; Juan Angel, el repartidor del butano.... y alguno más. Todos, absolutamente todos, tenían en común que aparentemente había estado muy cerca de la muerte y habían conseguido sobrevivir cuando nadie hubiera apostado por ello. No pudimos comprobar que Macario tuviera algo que ver, pero para nosotros casi era evidente. Así que no se nos ocurrió otra cosa que perseguir al enterrador. Teníamos que saber la verdad.
No fue tarea fácil. Después de mi salida de tono el hombre no se volvió a presentar por la clínica. Yo sentía una acuciante curiosidad por el destino corrido por su gato, y ese mismo destino fue generoso cuando me permitió cruzarme con el hombre por la calle, con su minino en brazos. Me armé de valor y me interesé por el gato.
-Buenas tardes Macario ¿qué tal está su gato? ¿Ya se ha calmado? - le pregunté acercándome al animalito, que seguía pareciendo un tanto nervioso, pues me bufó nada más verme.
-Mucho mejor, gracias, y no precisamente por lo que usted haya hecho por él.- me contestó el hombre de malos modos.
Siguió su camino sin más preámbulos, aunque en esos escasos minutos pude comprobar que las heridas del gato se iban curando milagrosamente. Todo resultaba inquietante e inexplicable, lo cual me empujaba a continuar con mis averiguaciones. Necesitaba saber qué secreto escondía aquel hombre.
Quiso la mala suerte que al cabo de unos días un muchacho que trabajaba en la construcción de un edificio adyacente a mi clínica se cayera de un andamio y se partiera la cabeza. Yo misma salí a ofrecer los primeros auxilios y pude comprobar que la vida se le iba por momentos. La ambulancia apenas tardó unos minutos en llegar y se lo llevó al hospital. Yo, con la excusa de haberle auxiliado y de interesarme por su estado, cogí mi coche y me fui detrás. No me sorprendió, cuando llegaron los familiares del chico, ver que los acompañaba el enterrador.









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