“Echa
todos los sapos que quieras pero la trenza te la voy a hacer sí o
sí. A no ser que prefieras que te corte el pelo”. Teresa se dejó
hacer, maldiciendo a esa nuera que le tocó en suerte, empeñada en
levantarla, lavarla y peinarla todos los días. Si su hijo supiera lo
que le estaba haciendo pasar, lo que abusaba de ella obligándola a
comer y a sentarse cerca de la venta para que le diera el sol. Si su
hijo lo supiera seguro que la abandonaba. ¿A qué hora vuelve
Santiaguín?, preguntó a su nuera por enésima vez. Enseguida,
contestó ella, dirigiendo sus ojos tristes a la fotografía de su
difunto marido.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario