El viejo caserón - Borja Martínez

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Era una noche lluviosa y tormentosa, los relámpagos iluminaban las calles de la antigua ciudad como si fueran miles de turistas haciendo sus fotos mientras sus cámaras lanzan haces de luz al unísono del clic del botón de disparo. En una de las casas de la ciudad se juntan un grupo de niños aburridos porque no pueden jugar en el parque. Unos de los niños propone contar historias de terror con una linterna, parece que a los demás no les hace mucha gracia ese tipo de cosas, no paso mucho tiempo cuando otro el más valiente entre ellos propone ir a visitar la vieja casa de los Martínez una idea de lo más aterradora aunque ellos todavía no sospechan cuanto miedo van a pasar por lo que todos aceptan y cogiendo sus abrigos y linternas y salen de la casa.
La casa de los Martínez es un viejo caserón donde Vivian una familia adinerara que había hecho dinero gracias compra venta del extrarradio. D. Francisco Martínez era un hombre muy atractivo con buena cabeza para los negocios, había heredado la fábrica de sus padres y se había ganado el respeto de la gente del lugar, su mujer María era una hermosa doncella que en tiempos atrás trabaja de bailarina en unos de los cabarets de la ciudad. Cuando conoció a D. Francisco se habían enamorado locamente y al poco tiempo se casaron. Al cabo de un año ella quedo embarazada, dio a luz a una hija de pelo rubio y ojos azules a la que le pusieron de nombre Lucia. Todo trascurría con normalidad en la familia de los Martínez hasta que un día por un desafortunado giro del destino la hija sufrió un accidenté dejándola desfigurada y trastornada hasta tal punto que decide quitarse la vida, los padres no pueden soportar la perdida. D. Francisco decide ahogar sus penas en el alcohol y en los lugares de mala fama perdiendo todas sus ganancias y María cuando se ve arruinada no lo soporta y con una vieja percha cogiendo una cuerda se la ata y al cuello ahorcándose. D. Francisco ya no soportando tanta tristeza después de emborrachándose cogió su coche y cuando pasaba por el puente que había a las afueras de la ciudad dando un volantazo decide quitarse la vida precipitándose al agua, nunca encontraron su cadáver.
Dice la gente de la vieja ciudad que cuando pasan por donde está la casa y las campanas del reloj del ayuntamiento anuncian las doce de la noche se suele oír llorar a María, otros dicen que ven la silueta de una niña con una muñeca y pescadores cuando van al chipirón a la angula cuentan que una sombra sale del agua espantando todo ser vivo que hay en el mar.
El grupo de niños llegan al caserón. Uno de ellos el más miedoso pregunta; ¿Quién se atreve a ir delante? Nadie dice nada hasta que una joven valiente alza la voz y dice “que par de cobardes, voy yo”. Los demás se pegan unos a otros como lapas y la joven lentamente se acerca a la puerta y empujando con cuidado la abre, se oye un rechinar agudo como si se fuese a caer pero son solamente las viejas bisagras oxidadas de la puerta. El segundo de los niños saca una linterna y enfoca al interior. Dando pasos se adentran por hall, de repente se paran en seco y ven una figura alta y ocura que parece que les mira con ojo desorbitados. Ellos temblando se paralizan solamente otro de ellos enfoca sigilosamente hacia la figura y alumbra un viejo reloj. Vaya susto hemos pasado, sigamos se apresura decir otro de los chicos. Suben por unas escaleras que con cada paso parece que vaya a romper. Llegan a una habitación que donde se encuentran viejos juguetes u una mecedora, a lado de la mecedora hay una vieja mesita y un jarrón con un lirio y una foto de Lucia alado. El grupo de valiente siguen su investigación por la habitación, tropiezan con algo y se oye como chillido miran al frente y sus ojos o su imaginación ve la sombra de una niña y como balas salen despavoridos de la habitación sin percatarse que la silueta es un vieja muñeca y el chillido no es más que una vieja ratonera que contiene un ratoncillo atrapado. Los valientes pero asustadizos jóvenes se encuentran en la habitación de los padres de Lucia. En ella ven retratos de la familia pintados por los más ilustres pintores de la época. Quedan anonadados al ver la belleza de María y Lucia en los preciosos cuadros que están expuestos en las lúgubres paredes del caserón. De repente oyen pasos pero allí no hay nadie o quizás Sí. Su imaginación les hace pensar que son los espíritus de la familia que van tras ellos, nerviosos y llorando desconsolados como si se echaran colirio en los ojos salen del caserón dando un portazo y sin mirar atrás se encaminan a sus hogares para acurrucarse entre las sabanas sin apagar la luz. En el viejo caserón no hay nadie ese ruido que parecía pasos acercándose solamente era un bote de champú vacío que alguien había dejado allí olvidado.









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