La
colección de dedales de mi madre
ya supera los cien. Lleva años recibiendo esos regalos. Los típicos
souvenires que hay en cada ciudad y en cada país. Siempre hay alguien
que se va de viaje aunque sea al país vecino y le trae uno que pone
el nombre de “Paris”. Los tiene todos colocados en una especie de
vitrina, cogiendo polvo. Un día me preguntó que cuando ella no esté
qué voy a hacer con ellos. Yo le contesté que se los cuidaría
hasta que volviese y que procurase ir a un lugar que tuviese dedal,
que aún había hueco. Ella me dijo “Cuando yo me vaya en una caja
qué harás con mi colección de dedales”. “No sé mamá, ¿la
caja tiene ruedas?”. Mi madre meneó la cabeza y chasqueó la
lengua. A modo de fastidio ella sabía perfectamente que la había
entendido pero sobre esas cosas yo nunca quiero bromear, así que se
fue de paseo dejándome a mí por imposible.
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