Había
una vez un hombre sabio que vivía en una cueva en la región de China. Solo se alimentaba de insectos y frutos salvajes que la
naturaleza le proporcionaba. El habitante de aquella cueva había
nacido ciego a causa de una enfermedad, como sus padres eran unos
humildes campesinos no tenían los medios necesarios para poder
mandar a su apreciado hijo a un hospital y curarlos de la dolencia.
Un fatídico día el emperador que gobernaba por aquel tiempo obligó
a todos los ciudadanos de las aldeas colindantes a pagar un arriendo
y todo aquel que no lo hiciera los mataría y junto a ellos a todos
sus progenitores, pues este emperador era muy avaricioso y cruel. Los
padres del anciano sufrieron las consecuencias pero antes que
pudieran matar a su hijo el padre corrió a las montañas más
lejanas de la zona y entre mantas lo escondió en un recoveco de
aquel lugar. El niño creció con la ayuda de un oso que le había
acogido como si fuera su cría. A medida que iba creciendo sus
sentidos se iban afinando sin darse cuenta del más importante.
Cuando cumplió la edad cercana a la madurez un día salió de la
cueva y empezó a sentir una sensación extraña pero a la vez
placentera. El chico no podía ver, sin embargo podía sentir la
energía de la naturaleza. Empezó a ejercitar esa fuerza poderosa
que el propio ser creador le había dado, se decía a el mismo “Estoy
ciego pues el Señor creador de todo mundo lo ha decidido así pero
su benevolencia me ha concedido la visión de un ojo interior que me
permite ver más allá que cualquier ser”. Sentía la energía de
las planta, de los árboles que le hablaban a través del sonido y de
la energía natural que emanaban, de los animales con su tacto
sentía su protección y cariño. Cierto percibió una visión
desconocía para él. Pues veía en su interior un flor preciosa que
había crecido en el interior de la cueva, cuando se conectó con
ella la misma flor le había dicho que había crecido junto a él
todo el tiempo, cuando su tiempo se acabase ella también se iría
con él. Cuando el sabio concluyo su tiempo en la tierra su energía
trascendió junto con la de aquella flor tan hermosa. Y es todavía
cuando la gente de la región miran al cielo ven siempre dos
estrellas brillan en el firmamento y les cuentas a sus hijos que esas
dos estrellas son el viejo sabio y la flor hermosa que siempre velan
desde el firmamento.
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