Me
acosté y soñé que estaba soñando,
no quería despertar de mi profundo sueño porque prefería morir
soñando que vivir en un sueño inalcanzable. La dura vida me
restregaba un malestar y un dolor que en ocasiones era inaguantable,
invariable en cada triste momento, pero al vivir en sueños conseguía
elevarme en una nube de felicidad y gozo, manteniendo intacto mi
espíritu guerrero en una sincronización perfecta con la vida.
Río,
canto, hago evoluciones en el aire sin un ápice de desequilibrio,
mis piernas, mis brazos, mis intestinos ¿Dónde están? No me
acuerdo de ellos, es tan bonito este momento que sólo me dedico a
disfrutar, por eso no quiero despertar, despertar al dolor, despertar
a la incomprensión del ¿y por qué a mí? No, estoy bien así,
soñando y siendo consciente de que es un sueño, que no es una
realidad, pero al mismo tiempo dándome cuenta que, al durar poco,
hay que festejar más esta vivencia ilusa que con un sólo abrir de
ojos desvanecerá.
Por
eso me gusta acostarme, para huir de mi mismo, de mis frustraciones y
odios, de mis temores, porque al dormir, sueño, y a través de mis
sueños escapo del malestar que me persigue y me acosa sin tregua.
Todo es tan real y bonito que no quiero abandonarlo, quiero vivir
eternamente soñando y que nunca despierte a la cruel realidad.
No
estoy de acuerdo con el gran Calderón de la Barca, cuando dice:
¿Qué
es la vida? Un frenesí.
¿Qué
es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y
los sueños, sueños son.
Los
sueños lo son todo, nos ayudan a vivir, porque soñando evadimos de
una realidad confusa que ataca la consciencia y es ella la que nos
guía por las luces y sombras en nuestra vida terrena. Pero en la
nube del sueño es la fantasía quien decide, la bravura de nuestra
alma la que avanza y la ilusión de un territorio nuevo y hermoso lo
que nos hace permanecer felices mientras dormimos.
Anoche
cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
Que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
soñé ¡bendita ilusión!
Que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
No,
no voy a despertar de mi sueño, quiero morir soñando antes que
vivir esperando un sueño, que mi cuerpo regrese a mi espíritu tal
como llegó en el principio y que ambos se fundan en un único ser,
con mis inseguridades y mis decisiones, con mis ambiciones y mis
dudas, pero yo al fin y al cabo, deseo volver a ser uno sólo en esta
vida, con mis sueños bajo el hombro para poder vivirla.
-
Bien, Gonzalo –dijo el maestro- en la alusión a Calderón de la Barca veo que te has leído la obra que tocaba este mes, y la de Machado no ha estado mal, pero para variar te has vuelto a ir por la ramas y a divagar sobre, bueno no sé sobre qué, porque un poco enmarañado te ha salido el texto.
-
Si profe- dijo Gonzalo frotándose los ojos- es que los clásicos me infunden una teología de liberación espiritual que me sublima la consciencia de tal manera que ya ve. Pero le juro que no fumé nada cuando lo escribí.
-
Vale, vale –dijo el maestro girándose hacia el encerado para ocultar una leve sonrisa- pues veremos que nos propones para el mes que viene tras leer la Divina Comedia de Dante, me estoy temiendo lo peor.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario