Gozaba de una salud de hierro. Siempre presumía de ello en todos los bares. Nada le hacía daño. El vino era muy sano; la cerveza, líquido dorado de los dioses; los destilados, delicatessen on the rocks.
Hasta
que su vida tropezó con un bache.
La
roca se hizo insalvable y lo hundió más allá de los fluidos del
otro lado de la barra.
Todos
lo recordaron con un brindis.
De
su marca favorita.
Por
el mejor cliente y compañero. En el que todos se reflejaron en el
fondo de sus copas.
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