En
un mundo en donde la humanidad solo mira para su ombligo y no ve más
de sus propias narices, en medio de la humanidad hipócrita hay un
niño que se llama jimi. Un pequeño de ojos claros y pelo castaño
que vive en una pequeña Aldea a las afueras de la ciudad industrial
contaminada por humo de las grandes chimeneas y los ciudadanos viven
apegados a las pantallas de sus móviles y caminan controlados por
los relojes de sus muñecas. El pequeño se llama Jimmy. Un niño con
una mentalidad abierta, desde muy pequeño siempre le gustó leer y
siempre tenía la ilusión de ir a la gran ciudad. En la imaginación
de Jimi se veía viviendo y siendo una persona muy conocida, pues el
pobre chico no tenía amigos y se encontraba muy solo, lo que el no
podía imaginar en su pequeña cabeza que en la gran ciudad vivían
una humanidad hipócrita y egoísta. Unos días después cuando el
pequeño vio la oportunidad se aventuró a ir y hacer realidad su
ilusión, cuando llegó después de una larga jornada de camino se
encontró todo lo contrario, cuando se adentró en la gran ciudad
empezó a sentir una fuerte presión en el pecho, se le formó un
nudo en la garganta que le impedía pronunciar palabra alguna. El
pequeño Jimi se vio ahogado con sus propias palabras, en un mundo en
el que solo admite la hipocresía del sonido emitido por sus propias
palabras. Se asustó y con los ojos llorosos y sollozando arrepentido
se escondió en un hueco del alcantarillado, mirando a las personas
que caminaban como autómatas sin expresión alguna. Unos ojos de
expresión alegre se le aparecieron de la nada y con una sonrisa le
extendido la mano y le sacó del hueco donde estaba escondido, le
abrazó y con una voz suave le rescató de las garras del miedo y
montando en un carro tirado por un asno un tanto cansado se lo llevó
a casa. Jimi no volvió pensar en la gran ciudad estaba feliz
viviendo humildemente en la Aldea con sus amigos los animales, hasta
que envejeció y murió feliz en su pequeña granja.
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