El manicomio (4º parte) - Gloria Losada


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Decididamente me estaba metiendo en un buen lío. Mi querida jefa no había recibido ninguna llamada avisándola de la suspensión de las operaciones, con lo cual creería que el doctor alemán acudiría a su cita. Cuando ella se percatara de que él no iba a acudir, se pondrían en contacto y.....tal vez se daría cuenta de que la que había recibido la llamada había sido o yo. Tal vez no, y yo estuviera imaginando de más. De todas maneras, a aquellas alturas, no me quedaba más remedio que seguir. Por eso me presenté aquella tarde en la clínica. Por las tardes había mucho menos movimiento que por las mañanas, así que no me resultó fácil colarme sin que se diera cuenta la chica del turno de tarde, pues me conocía y no me apetecía inventarme explicaciones. Finalmente pude entrar y por puro instinto, pues no sabía dónde se iban a llevar a cabo las consabidas operaciones, bajé al sótano. Probé a abrir la puerta que se me había resistido la primera vez. Esta vez se abrió y pude comprobar que estaba en lo cierto. No era, ni más ni menos, que un quirófano. Aquel parecía mi día de suerte. Me escondí detrás de una columna, en la penumbra y me dispuse a esperar. Al cabo de media hora comenzó la "fiesta". Gente que supuse sería personal sanitario, entraba y salía del quirófano preparando todo para la operación que no iba a realizarse. La doctora Solano también andaba por allí dando órdenes. Escuché el sonido del ascensor, asomé la cabeza y pude ver que bajaban a un paciente en su cama y lo introducían en el quirófano. Pero el tiempo iba pasando y el doctor Zimmerman no aparecía. Las voces que oía empezaron a denotar nerviosismo. Vi que mi jefa subía escaleras arriba. Tardo unos minutos en bajar con la esperada noticia.
-Muchachos, anulen todo, no va a haber intervención.
Murmullos.
-¡Atención! ¿Alguien ha contestado esta mañana una llamada de Zimmerman?
Se hizo el silencio, nadie contestó.
-Han avisado esta mañana de que no podría acudir. ¿Quién cogió el teléfono?
Nuevamente silencio.
-Esta bien, me parece que sé quien ha sido. Hagan el favor de recoger todo y devuelvan al enfermo a su habitación.
¿Sabía quien había sido? ¿Estaría pensando en mí? Tal vez, pero yo siempre podría negarlo. Salvo que me pillaran "in fraganti" como por desgracia ocurrió. Me mantuve escondida durante un tiempo más, hasta que vi que todos se marchaban. Entonces salí de mi escondite y me dirigí a las escaleras, hasta que una voz a mis espaldas me paralizó.
-¿A dónde te crees que vas, Rocío?
Mi corazón se aceleró y en un segundo un torbellino de ideas poblaron mi cabeza. Me di la vuelta despacio. Allí estaba ella, tan digna y estirada como siempre, con aquellos ojos gélidos que parecían escudriñar mi mente.
-¿Qué coño estabas haciendo aquí?
Di por perdido mi empleo y decidí "echarle huevos" al asunto.
-Yo fui quien recibió la llamada del doctor alemán y sentí curiosidad por saber qué tipo de operación se iba a realizar aquí. Me parece sumamente extraño que en un psiquiátrico se realicen intervenciones quirúrgicas.
-Vaya, vaya, ¿me estás desafiando?
-Si considera que querer saber qué mierda está pasando en este sanatorio, entonces sí, la estoy desafiando.
-Eres muy estúpida. Quedas despedida.
-Eso ya me lo imaginaba, pero no me iré sin que me dé una respuesta.
-¿Y por qué había de hacer yo eso?
-Porque sé más de lo que usted se cree. Sé que manda internar en esta hospital a gente que está sana. Sé que les hace algo para que se vuelvan....no se, imbéciles. Yo misma los he visto con mis propios ojos, en la tercera planta. Gente que está ida, con la mirada perdida.
Enrojeció de la ira.
-Tenías prohibido....
-Ya lo sé, ya sé que se me impusieron muchas prohibiciones, pero fue eso precisamente lo que me impulsó a averiguar por qué aquí pasan cosas extrañas. El otro día entré en ese cuarto - lo señalé - y vi un montón de frascos de cristal con trocitos de cerebro dentro. Es eso lo que hacen con esos pacientes ¿verdad? Les sacan trozos de cerebro y los dejan bobos.
Por la expresión de su cara supe que había dado en el clavo. Aunque también me imaginé que ella no se iba a dar por vencida.
-Tienes razón. Me parece que te he subestimado. No, no eres estúpida. Eres muy lista, y eso va a ser tu perdición. ¿Quieres saber toda la verdad de lo que pasa aquí? Pues yo te la voy a contar. Te aseguro que no te va a gustar, no te va a gustar nada, pero tú lo has querido. Verás Rocío, los médicos que trabajamos aquí pertenecemos a una organización llamémosla......oscura. Nuestro último fin es conseguir dominar el mundo. No pongas esa cara. Esto no es una película, aunque lo parezca. Estamos repartidos por todos los países, funcionamos desde hace muchísimos años, estudiando y buscando procedimientos que nos lleven a derrocar a todos los gobiernos conocidos, para así hacernos con el control del mundo.
-Está completamente loca.- le dije sinceramente.
Ella ignoró mi comentario y prosiguió con su delirio.
-En nuestro camino hacia esa pretendida dominación hemos llegado a la conclusión de que el pueblo, por lo menos una gran parte de él tiene que estar a nuestro lado. Al principio intentamos convencerlos con palabras, con razonamientos, tanteándolos, pero no obtuvimos los resultados deseados. Entonces llegó a nuestra organización el doctor Zimmerman, un genio de la medicina y de la investigación cerebral. El fue el que llegó a la conclusión de que lo primero que debíamos hacer era anular la capacidad de amar.
Hizo una pausa en su pasional discurso y me miró.
-¿Sabes porqué Rocío?
-No, no lo sé.
-Pues es muy fácil la respuesta. ¿Qué es lo que mueve el mundo? ¿Cual es esa fuerza misteriosa que rige los destinos de los hombres por mucho que se empeñen en lo contrario? El amor, Rocío, el amor. Sólo quien siente amor, es capaz de sentir compasión, pena, ternura, empatía....incluso el odio proviene del amor. Si se anula la capacidaz de amar, se anula la capacidad de sentir y el ser humano se ve sumido en la indiferencia más absoluta.
Escuchando sus palabras recordé a Isabel. Ella me había dicho que le daba igual el estado de su marido. Ahí estaba la indiferencia que buscaban.
-El doctor Zimmerman - prosiguió - después de muchos años investigando logró aislar la parte del cerebro donde se genera la capacidad de amar. Simplemente había que extirpar ese pequeño pedazo de seso. Eso es lo que estamos haciendo, y te aseguro que con mucho éxito. Te sorprenderá saber que hay individuos que carecen de capacidad para sentir amor. De hecho operamos alguno que en ese lugar del cerebro tenía una hendidura hueca. ¡Qué cosas! ¿Verdad? Ahora solo nos falta estimular el área cerebral precisa para que estos pobres imbéciles obedezcan nuestras órdenes sin mostrar la más mínima oposición. El área ya está predeterminada. Estamos estudiando el método preciso de estimulación. Pronto daremos con el apropiado. Entonces el mundo, será nuestro.
-Está usted completamente loca. Además no sé por qué me ha contado esto así, sin molestarse en negar mis acusaciones, sin defenderse.
-¿Qué te crees? ¿qué te tengo miedo?
-Puedo ir a la policía y contárselo todo.
-Claro, puedes probar a ver si te creen.
-Los traeré aquí y verán con sus propios ojos las pruebas.
-Pero que tonta eres a veces. La mitad del cuerpo de policía es de los nuestros. Pero si no me crees, ve a contárselo y compruébalo tú misma.
De repente todo aquello me pareció una película surrealista de la que yo no quería ser protagonista. Tuve miedo, por primera vez tuve realmente miedo.
-¡Sean! - gritó la mujer - Sean es uno de mis colaboradores. Te llevará a un habitación ahora mismo.
El miedo se transformó en pánico y mi instinto de supervivencia afloró. Di media vuelta y corrí escaleras arriba. Ella no se movió, simplemente se limitó a echarse a reir a carcajadas.
-Vete, corre, escápate. Tarde o temprano te capturaremos. Tú también formarás parte de nuestra causa.

No dejé de correr hasta que llegué a casa de mi hermano Carlos. Estaba claro que a la mía no podía ir. Sería el primer sitio donde me buscaran. Le conté todo lo que me había pasado y le rogué que me dejara esconderme allí hasta que las ideas se me aclararan y decidiera qué hacer con mi vida.
-Métete en el sótano. Allí no te encontrarán aunque se les diera por venir aquí y registrar toda la casa. Yo te cuidaré.
Así lo hice, me bajé para este sótano húmedo y frío donde llevo viviendo más de una semana. Por más que lo pienso no sé qué voy a hacer. Si salgo de aquí me atraparán en seguida y no puedo permitirlo. Tengo que parar esa locura que tienen entre manos. Alguien tiene que ayudarme, pero no sé a quién voy a acudir. Para colmo, hace dos días que mi hermano no aparece por aquí. Tampoco escucho ruídos por la casa. Tengo miedo de que lo hayan cogido. Estoy empezando a desesperarme.







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