El manicomio (epílogo) - Gloria Losada


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La puerta del sótano se abrió de repente iluminando la oscura estancia con la soleada luz del día. En el umbral apareció Carlos. Bajó las escaleras despacio, torpemente. Rocío supo desde el primer momento que algo no iba bien. El no la abrazó ni la besó como solía hacer siempre que la veía, ni siquiera la saludó, sólo la tomó del brazo y la obligó a subir las escaleras. Allí arriba la esperaban sus verdugos.
-Ya lo hemos conseguido - dijo la doctora Solano - por fin sabemos que zona del cerebro hemos de estimular para que cumplan nuestras órdenes. Tu hermano ha sido el conejillo de indias, Rocío. ¿Se te ocurre cuál ha sido la primera orden que le hemos dado?







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