La
puerta del sótano se abrió de repente iluminando la oscura estancia
con la soleada luz del día. En el umbral apareció Carlos. Bajó las
escaleras despacio, torpemente. Rocío supo desde el primer momento
que algo no iba bien. El no la abrazó ni la besó como solía hacer
siempre que la veía, ni siquiera la saludó, sólo la tomó del
brazo y la obligó a subir las escaleras. Allí arriba la esperaban
sus verdugos.
-Ya
lo hemos conseguido - dijo la doctora Solano - por fin sabemos que
zona del cerebro hemos de estimular para que cumplan nuestras
órdenes. Tu hermano ha sido el conejillo de indias, Rocío. ¿Se te
ocurre cuál ha sido la primera orden que le hemos dado?
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