Los
padres de Tomás insistían en recuperar al estúpido de su hijo de
la jaula de los monos del zoo. En un despiste uno de los inquilinos
originales había hecho una llave de judo al humano, quien se había
acercado de manera imprudente a la valla en su intento de ‘selfie’.
Enterrado bajo cáscaras de plátanos y cacahuetes el cuarentañero
pedía socorro con cara de pena.
Mientras,
los cuidadores -disimuladamente camuflados entre el público
presente- también aplaudían la hazaña del más inteligente.
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