Oculta tras la cortina de espeso brocado espera a que las últimas notas del piano se desvanezcan. Las notas cesan. Y las manos que acariciaban el teclado de marfil, y que antes la sobatearon a ella, ahora están quietas.
Unos
pasos avanzan hacia la puerta, se detienen, su corazón late fuerte.
La puerta se cierra. Llora con rabia.
La
música y la vergüenza la acompañarán siempre. Jamás se atreverá
a contarlo.
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