De la serie "Relatos sobre una cuarentena"
Fuertes
golpes en la puerta me despertaron, apresurándome a abrirla pues con
tanta insistencia casi la tiran abajo. Cuatro seres ¿humanos?
Entraron en casa a la carrera, mientras uno me cogía de los brazos y
sentaba en el salón, otros tres recorrían la casa, sobre todo la
cocina, como en busca de algo.
Vestidos
con epis negros, mascarillas con filtros laterales, gafas y guantes
brillantes, también negros, malamente entendía lo que decían.
Dudé si serían de Gordor o de Autrigón, porque de humanos tenían
bien poco. Tras minutos, para mi eternos, de incertidumbre, uno de
ellos se quita la máscara y me pregunta desde la cocina que quien
soy yo, de que planeta me he caído o si es que estoy chiflada.
Desconcertada le miro desafiante, bajo ese mono horrible adivino una
forma de hombre, con un miembro viril encajado a la derecha. Sus
gritos me sacan de la contemplación pero me apabullan y soy incapaz
de responder a tanta pregunta: ¿Por qué no ha salido a la calle si
ya no hay estado de alarma? ¿Por qué en su casa sólo hay un paquete
de papel higiénico? ¿Cómo es que en los armarios no hay harina,
levadura, cervezas o patatas fritas? ¿Cómo es posible que se
alimente de verduras, frutas, yogures y alcachofas? ¿De dónde ha
salido usted? ¡Confiese!
A
través del cristal de la ventana miro al exterior de casa, cientos
de luces titilantes alumbran el cobertizo, viendo como otro ser igual
que ellos retira del tejado mi bandera azul de Asturias. No soporto
ese dolor y gritando les respondo: ¡Estoy in love con esta casa! Me
gusta leer, escribir, escuchar música y limpiar. Soy healthy foody,
estreñida y no me interesa lo más mínimo la charlatanería barata
de televisiones afines al gobierno, me entero de todo por la radio y
no me interesa salir de mi encierro, porque para ver seres barrigones
retozar por los prados ávidos de sensaciones físicas, prefiero mil
veces el confinamiento. Un segundo después de mi respuesta me
disparan con una pistola taser creyéndome morir.
Me
incorporo en la cama, sudorosa y agitada, miro a mi alrededor
comprobando que a mi lado Toño sigue durmiendo apaciblemente.
Aliviada intento respirar más despacio sintiendo que mi corazón
desbocado se va calmando. Me levanto en silencio y alumbrada por la
luz de la luna, empiezo a escribir en la mesa de la cocina la lista
de la compra: 4 paquetes de papel higiénico, 5 packs de cerveza, 3
bolsas de patatas fritas, 4 kilos de harina de fuerza, 6 cajas de
levadura, aceitunas y mucho, mucho chocolate. Voy hasta el salón y
pongo la televisión sin sonido, busco un canal de noticias y lo dejo
puesto. Empiezo a discurrir que ropa me voy a poner mañana para
salir a la calle, que peinado voy a hacerme y que mascarilla luciré,
creo que lo tengo todo previsto. Más relajada miro hacia fuera
vislumbrando el tejado del cobertizo, la bandera asturiana sigue
puesta y sonrío, todo irá bien.
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