Nuevos horizontes - Esperanza Tirado


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 De la serie "Relatos sobre una cuarentena"



Desde que ocurrió todo esto del virus no vivo en casa. Como estábamos en fase de separarnos decidí irme yo a mi vieja casa de soltero, en el pueblo de mis padres. Ella se quedaba con el piso, teletrabajando con su ordenador. Y como tiene las tiendas a mano, pues no hubo demasiado problema. Tampoco quise discutir más de lo que ya lo habíamos hecho. ¿Para qué? No había marcha atrás.
Así que me dediqué a hacer maletas y llenar cajas con mis trastos para cargarlas en el coche para irme cuanto antes. No fuera que me pillara la Guardia Civil y me cascaran una multa de órdago.
A mí lo de tener wifi o no me daba más o menos lo mismo. Tengo un teléfono de esos de llamar y mandar SMS; y hasta que me dure, aquí se quedará conmigo.
Y como antes de todo este lío me había quedado en el paro, los comerciales a puerta fría vendíamos poco, pues no necesito ordenadores para telehacerloquesea. Ahora imagino que los que quedaron venderán mucho menos que yo y se habrán ido quedando en el paro también. Arrieritos somos…
Pero, la verdad, estoy la mar de a gusto con el cambio. Salgo por las mañanas y doy un paseo al sol por el prao. Después voy organizando el caos que dejé en el cobertizo antes de mudarme con ella a la ciudad. Ahora veo el error que cometí. Al fijarme en ella o ella en mí, que eso ya da igual. Pero, sobre todo, en dejar este pequeño paraíso familiar.
La verdad es que en el cobertizo se está la mar de bien. Casi mejor que en la casa. Tengo tele, de esas de culo gordo, una nevera del año que reinó Carolo y hasta he repuesto la uralita del techo. Estoy como un rey en su castillo. Me falta poner una bandera para delimitar mis terrenos. Y como soy bastante mañoso he reestructurado el huerto, he arreglado las herramientas, algo mohosas por falta de uso y he empezado a plantar semillas que tenía por ahí guardadas. Saldrán lechugas, alcachofas, patatas, o tomates. Me da lo mismo.
Como se me dé bien, me quedo aquí y monto un negocio de agricultura ecológica. Y si la cosa crece, contrataré a gente de la zona. Que falta van a hacernos manos para levantar todo esto que el bicho ha destrozado.
Pero entonces necesitaré wifi para televender o lo que sea eso. Y mi móvil ya no valdrá. Lástima, le tenía cariño.





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