¡Qué asco! - Marian Muñoz


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De la serie "Relatos sobre una cuarentena"

 
Ya estamos en finde, un poco de relax para recuperarse del trajín de la semana, pero no sé hoy me he levantado tristona, creo que estoy de bajón, esta crisis y sus fases me empiezan a preocupar. Mientras se cuecen patatas para hacer ensaladilla rusa abro la ventana de la cocina mirando hacia fuera, el paisaje sigue siendo el mismo, árboles creciendo, flores adornando los parterres, hierba mojada tras la lluvia nocturna, la melancolía me ha pegado fuerte esta mañana.
Por encima de las copas de los árboles veo una pareja de gaviotas revolotear disfrutando de su libertad, también contemplo a otra de pegas persiguiendo a un pobre mirlo que sólo buscaba a ras de suelo comer algún insecto, al ser tan territoriales no permiten que ningún ave retoce cerca de su nido. A mi espalda Toño me pregunta -¿Qué te pasa corazón que suspiras tanto?- Y es verdad, me siento el pecho un poco oprimido y gracias a los suspiros logro mantenerme aliviada. Me vuelve a hablar - ¡Bajo la basura!- de acuerdo le digo y me asomo a la ventana del otro lado de la casa donde se ven los contenedores de residuos.
La mañana esta gris con el suelo mojado, el contenedor de la basura permanece abierto, según aconsejan para que los vecinos no toquemos la tapa de apertura y haya menor contacto entre nosotros. Me pongo a pensar que después de la lluvia copiosa de anoche las bolsas con basura se habrán mojado, algunas serán impermeables pero otras no y los residuos de su interior también se habrán mojado. Quizás haya guantes, mascarillas o toallitas de limpieza y es posible que tengan restos del virus dichoso. Al no estar en recipientes impermeables el virus se habrá escurrido hasta la parte baja del contenedor y éste al tener agujeros para aliviar el agua caída habrá salido al exterior, o sea a la carretera, donde a su vez habrá discurrido hasta la alcantarilla más cercana o bajando por la cuesta hasta el río. ¡Qué asco! Si el río está contaminado también lo estará el mar, y por ende los peces que nos comemos, así que el virus vuelve de nuevo a nosotros. Está visto que de ésta no salimos, es el fin de nuestra civilización lo presiento.
¡Manda webos que negativa estoy hoy! Para animarme miro hacia arriba y veo encima nuestro una nube de estorninos dibujando olas en el cielo, me paro un instante en su contemplación sin pensar en nada, sólo disfrutando de sus acrobacias, hasta que oigo sonar la llave en la cerradura de la puerta mientras Toño la abre, me acerco al pasillo para verle ya que tarda en entrar, y casi me caigo del susto, tenía la cabeza y los hombros cubiertos de manchas blancas. -¿Qué te ha pasado?- le pregunto, pero no hace falta que responda, los estorninos le han cagado pero bien.
Sin dudarlo le grito que salga al descansillo donde limpiarle, no quiero que llene la casa de cacas de pájaro. Con un cubo lleno de detergente y una bayeta vieja le voy quitando poco a poco lo mayor, la cabeza con una toallita desechable y le doy ropa limpia para mudarse. -¿En el descansillo?- me dice. Sí, le respondo, no quiero ni un resto de mierda en casa, que a saber los virus que tendrá. Obediente lo hace y mientras se lava la cabeza en el fregadero, en un barreño pongo en remojo la ropa cagada. ¡Qué asco!








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