En
la cuarentena he descubierto mi lado panadero. He horneado hogazas,
barras, bollitos preñaos, hornazos, en fin, me he dado cuenta que
amasar relaja mucho y alivia tensiones, haciendo el encierro más
llevadero. Un día mientras estaba en la cocina con las manos
embadurnadas de harina, me llama Toño desde el salón para que
mirara una cosa. -¡Que estoy liada!- le contesté con cara de
fastidio sin que la viera. -¡Corre, corre, mira!- volvió a
repetir.
Consiguió
despertar mi curiosidad y me acerqué. Sentándome a su lado en el
sofá y al mirar hacia la tele veo la película
de nuestra noche de boda. Tantos recuerdos se agolparon de repente
que sentí un nudo en la garganta, temiendo haber pillado el famoso
coronavirus. Mis ojos se nublaron, lo reconozco soy una
sentimentalona, no pude evitar rememorar el día de nuestro enlace
matrimonial.
La
ceremonia fue absolutamente entrañable, los familiares y amigos
guapísimos con sus trajes de gala, el banquete opíparo, cómo sería
que el camarero nos confesó ser la primera vez que veía a unos
novios comerse todo el menú, y es que hemos sido siempre de buen
diente. A las siete de la tarde ya estábamos en la habitación del
hotel para cambiarnos de ropa. Lo hubiera preferido en mi nuevo
pisito, pero unos tíos de Toño que venían de Palencia y con pocos
recursos económicos trasnocharon en él, en nuestro lecho conyugal
aún sin estrenar. Es algo que nunca he perdonado, ni a ellos ni a
él. Para además regalarnos una cafetera,
a la par que otras cinco familias más, ¡parientes originales los
suyos!
Pero
a lo que iba, fuimos al hotel a cambiarnos de ropa y dar un paseo por
la ciudad para bajar la comilona, al pasar por delante del cine
Florida salta Toño -¡Vamos a ver una película!-
Y allá nos adentramos. No era la noche de bodas que había
imaginado, pero por algo se empieza, pensé yo. Nada más sentarnos
se apagaron las luces y salió el león de la metro, cuando terminó
de rugir apareció el título “Como casarse con un millonario”.
Me eché las manos a la cabeza, mejor podía haberla visto una semana
antes porque en ese momento ya no había remedio.
Mientras
veíamos la película
sentados uno junto al otro, mi masa de harina estaba levando y
duplicando su tamaño. Al terminar y tras secarme las lágrimas con
el delantal me dirigí a la cocina para continuar mi tarea, ya en el
pasillo oigo a Toño decir –Oye cariño ¿qué fue de las seis
cafeteras
que nos regalaron?- Con aire inocente respondí –Estarán por
algún armario- Cualquiera le cuenta que con la fiebre de limpieza
durante el confinamiento las encontré, les hice una foto y las subí
a wallapop, con lo que saque por ellas me haré un completo en el
salón de belleza.
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