El anillo de seguridad - Cristina Muñiz Martín


                                                              


Mi vecino estaba dentro del anillo de seguridad formado por cientos de guardias de mirada fiera y manos nerviosas. Yo, había vuelto a la oficina en busca del móvil y al sentir el jaleo me asomé a la ventana. Nuestras miradas se cruzaron. Supe al instante lo que me pedía. Por suerte, nadie me habia visto entrar. Prudente como soy, me quité las medias, las puse sobre la cabeza y después me cubrí con la gabardina que mi jefe tiene siempre en el perchero. Ya irreconocible, comencé a tirar por la ventana todos los objetos pesados que encontré, incluídos ordenadores y sillas, que en su caída fueron arrastrando múltiples cristales. Desorientado y asustado, el anillo de seguridad se disolvió al instante, y mi vecino consiguió escapar del cerco policial. Me retiré con rapidez, quité la gabardina, volví a ponerme las medias y salí del edificio por la puerta trasera. Por la mañana, al salir de casa, he encontrado una nota en el buzón. ¿Te apetece cenar conmigo? Gracias. No ponía nada más, pero no era necesario. Añadí y la introduje en un buzón próximo al mío. La noticia ha salido en todos los periódicos nacionales, la policía está buscando al terrorista y mi jefe está siendo interrogado. En la oficina, a falta de jefe, sillas y ordenadores, reina un ambiente de fiesta. Yo, sueño y sonrío esperando la llegada de la noche.




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