Una buena ducha -Rufino García Álvarez



El día había sido agotador y lo que más deseaba en el mundo, era una buena ducha caliente. Deje que el agua alcanzase la temperatura ideal mientras me desnudaba. Me metí y estuve más de diez minutos relajándome, dejando que el agua se llevase todas las tensiones acumuladas. Estiré la mano y cogí el gel. Eché una buena cantidad sobre mi cabeza y comencé a enjabonarme. Descubrí sorprendido que no daba espuma y que un intenso olor a marisco inundaba toda la cabina de ducha. Cogí el bote y leí la etiqueta: “Gel de camarón. Comida para peces marinos y carnívoros”. Recordé al instante la fugaz duda que tuve cuándo en el supermercado encontré el gel en aquella estantería. He tenido que pedir un día de vacaciones en el trabajo, por más que me ducho, no soy capaz de sacar de mi piel este nauseabundo olor. Vuelvo a la ducha, voy a intentarlo con zumo de limón, que leí en internet que eliminaba el olor a pescado.



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