El
día había sido agotador y lo que más deseaba en el mundo, era una
buena ducha caliente. Deje que el agua alcanzase la temperatura ideal
mientras me desnudaba. Me metí y estuve más de diez minutos
relajándome, dejando que el agua se llevase todas las tensiones
acumuladas. Estiré la mano y cogí el gel. Eché una buena cantidad
sobre mi cabeza y comencé a enjabonarme. Descubrí sorprendido que
no daba espuma y que un intenso olor a marisco inundaba toda la
cabina de ducha. Cogí el bote y leí la etiqueta: “Gel de camarón.
Comida para peces marinos y carnívoros”. Recordé al instante la
fugaz duda que tuve cuándo en el supermercado encontré el gel en
aquella estantería. He tenido que pedir un día de vacaciones en el
trabajo, por más que me ducho, no soy capaz de sacar de mi piel este
nauseabundo olor. Vuelvo a la ducha, voy a intentarlo con zumo de
limón, que leí en internet que eliminaba el olor a pescado.
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