Hoy
me lo ha confirmado el neurólogo. Padezco de Insomnio Familiar
Fatal. Estuve años esperando este momento e imaginando mi reacción.
Creí que cuando llegase sentiría algo especial: se me aceleraría
el pulso, entraría en depresión, me desesperaría, lloraría,
renegaría de los míos... algo. Oí el diagnóstico sin ninguna
emoción especial. Con la tranquilidad con que oigo llover, cada día
de lluvia, tras los cristales de mi habitación
Ya
sabeis que tenía veinticinco años cuando se la diagnosticaron a
amatxo. Desde entonces sabía que tenía un 50% de probabilidades de
padecerla y, ¡vive Dios que hubiese dado algo importante por estar
en el otro 50%! Estuve al lado de amatxo hasta el fatal desenlace y,
el día de su entierro, volviendo del cementerio bajo un sirimiri
pegajoso y gris, me prometí que ninguna enfermedad anularía mis
sueños. Que dejaría de dormir pero nunca de soñar... y empecé a
hacerlo, por si la enfermedad me lo impedía. O eso creí. Cada
mañana temprano, muy temprano, salía de la cama con la ansiedad de
la que sabe que no tiene tiempo que perder. Me apuntaba a toda clase
de actividades. Corría de un lado para otro mirando el reloj con la
sensación permanente de pérdida de tiempo ¿Te acuerdas,Aita? No me
perdía un baile. Saltaba en paracaídas y hacía parapente.
Organizaba viajes ridículos a lugares exóticos, ahora no sé muy
bien para qué, ni que se me ha perdido en ellos, pero los hice.
Aprendí a tocar la guitarra. Formé un grupo de música protesta. Me
lié con varios chicos, jugué con todos ellos y reí, lloré y hasta
sufrí...no paré un minuto.
Aita,
siento haberte dejado solo en esa etapa en la que tu también estabas
pasándolo mal. Si me hubiera ocupado más de ti no tendría que
haber utilizado slogans motivadores para salir de entre las sábanas
que me retenían entre sus pliegues : "Cada día empieza en ti"
"Lo primero eres tu" "¿Hasta dónde quieres llegar
hoy?...Aita, tu eras la motivación que yo necesitaba pero sólo me
veía a mi, y, ¡no sabes cuanto lo siento! Los slogans funcionaron
hasta que dejaron de hacerlo y... pinché.
Me
recluí en mi habitación dispuesta a tirar la toalla, agotada... tan
agotada que pensé que nada tenía sentido. Que la enfermedad había
ganado la batalla sin tan siquiera haberse declarado.
Viendo
la trayectoria que llevaba te pusiste al habla con una psicóloga que
vino a visitarme cada tarde durante casi un mes. Aita, nunca te lo
agradecí como mereces, sabes que Ana me salvó la vida y tu también,
por llamarla. Con ella hablé de mamá, de la enfermedad, de la vida
y de la muerte y llegué al convencimiento de que la muerte está
sonriéndonos a todos, no sólo a mi, en todo momento. Que aunque
luchemos contra ella, ella siempre acaba ganando pero... yo, aún
estaba viva y, mientras que lo estuviera, tenía que vivir.
Entonces
empecé a tomarme las cosas con más tranquilidad.
Fran,te
conocí aquel verano que estuvimos de voluntarios en Colombia. A
pesar de estar en un pais diferente al nuestro, los dos éramos
españoles, ¡qué casualidad! yo vasca y tu andaluz, simpático como
tu solo... Desde el primer momento sacaste de mi una sonrisa y, a lo
largo de los años, muchísimas carcajadas. Tienes un peculiar
sentido del humor con eso de cambiar las palabras y las frases
hechas. Sobre todo cuando es más necesario quitar hierro a algún
asunto . Como al principio, cuando estábamos a dos velas ¿te
acuerdas? ... decías : Voy a pasar por el BMW a sacar dinero... o...
alababas mis pantalones de "piquillo" en los que me veías
como una sífilis, en lugar de sílfide. Mezclar chuchas con meninas,
estar entre la espalda y la pared o dolerte las verticales en lugar
de las cervicales son frases hechas por ti que todos acabamos
diciendo más de una vez.
Así
escrito y por mi, no tiene la gracia que cuando lo dices tu. Tus
palabros y chascarrillos siempre vienen a cuento. Con tu acento
seseante y esa expresión tan inocente que pones...¡me parto! Como
el día que te saltaste aquel semáforo en rojo y te hicieron una
foto y, en vez de enfadarte me soltaste con todo el remango: "A
mi, si me ponen una multa me declaro absorbente.".. Me hizo
tanta gracia que cuando llegó la multa sólo pude reirme. Cuando se
te olvida algo "se me ha caido el santo al suelo" y si la
sartén pega es que ha perdido el "antecedente". El
desayuno es con "chochotristes" y el café se va por el
"desguace" del fregadero cuando no quieres más... sólo es
una muestra de todo lo que admiro tu sentido del humor.
Enseguida
me conquistaste ¿sabes? Te tomabas la vida como si no pesase y sólo
a tu lado fui consciente de que yo llevaba un gran peso sobre los
hombros. Me aplastaba, pero...tu me liberaste . Me diste alas. A tu
lado el futuro ya no me importaba. Perdí el miedo a la enfermedad
que, como espada de Damocles, pendía sobre mi cabeza. Te quise
entonces y te sigo queriendo hoy.
Un
año después de conocernos, cuando volvimos de Colombia, nos
casamos. Hace ya veinte años ¡cómo pasa el tiempo! Contigo
aprendí a vivir, lo de antes no merecía la pena.
Aprendí
a amar y a demostrarlo cada minuto. A sentir que mis brazos abrazan y
mis labios besan a los que quiero de verdad. Aprendí a poner la
bondad por delante de lo justo. A saborear los manjares que me da la
vida sin sentirme culpable por éllo. Aprendí que ser una persona
seria no está reñido con tomarme la vida con humor. Aprendí a
sorprenderme con los atardeceres. A sentirme maravillada por la
naturaleza que me rodea. Aprendí a distinguir mi trabajo de mi vida.
A ver la paz en mi interior cuando me acepto con humildad. Aprendí
que el dinero nunca es lo más importante. Aprendí a mirar cada
amanecer con ojos nuevos , a ver entrar cada día nuevos rayos de sol
por mi ventana. Aprendí que la enfermedad sigue estando ahí aunque
la ignore, lo mismo que todo lo que no quiero ver. Aprendí a
entusiasmarme con lo que tengo que hacer. Aprendí a agradecer lo que
tengo. A que, aunque la vida sea dura, yo puedo elegir vivirla como
un león furioso o como un dulce gatito. Aprendí que la felicidad es
incompatible con una actitud negativa. Que una sonrisa abre más
puertas que muchos razonamientos. Que el camino a recorrer es largo
pero la felicidad se encuentra en cada paso. Que el amor hace que
cambie, yo y los que me rodean. Que la vida es un regalo. Que estoy
aquí de paso y que no soy más que polvo y ceniza.
Gracias
Fran. Sin ti no lo hubiese conseguido. Gracias aita y amatxo, os
quiero. Gracias a todos los que me habéis acompañado." Izaskun
La
familia de Izaskun, a traves de esta carta personal queremos
agradecer a todas las personas que nos manifestaron, a través de
diferentes vías, sus más sentidas muestras de condolencia. Nuestra
gratitud también a todos los que participaron en su búsqueda y los
esfuerzos realizados por amigos, conocidos, vecinos, voluntarios,
protección civil, Ertzaintza, Policía Local y Guardia Civil... para
traerla de nuevo a casa.
Los
que la quisimos en vida deseamos que su recuerdo ilumine nuestro
camino hacia felicidad y mitigue el dolor de su pérdida.
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