Solo tiene ojos para ella - Marga Pérez

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Desde el edificio donde ha aparcado observa la plaza. Apenas hay gente y sin embargo no la ve. Mueve los prismáticos de un lado a otro. Busca a una joven vestida de blanco, con melena rubia, mochila, bastón ... Enciende el móvil cuando ve un coche que se acerca. Esconde los prismáticos bajo la chupa que tiene en el asiento del copiloto y se entretiene con el watssapp. Cuando desaparece el intruso vuelve otra vez a los prismáticos, a la plaza, a buscar a su objetivo. La mañana avanza y la zona empieza a llenarse. El ángulo de visión desde el coche no es el mejor. Decide entonces bajarse y, parapetado tras una columna, seguir la búsqueda. Es ésa, joven, melena rubia, vestida de blanco, mochila a la espalda… ¿y el bastón?... No sabe qué hacer. Espera con prudencia. Sigue sus movimientos sin dejar de observar nada de lo que hace. Ella mira de un lado para otro. Se sienta en un banco. Deja la mochila a su lado. Mira el reloj. Habla por el móvil.

Un indigente le tapa la visión por unos instantes, que a él, le parecieron eternos. Empujaba con lentitud un carrito de supermercado cargado de bolsas y cachivaches. Arrastra los pies. Cojea. El, por más que mira, no la ve. Se le acelera el pulso. Por fin queda despejado el campo de visión. Ella sigue sentada en el mismo banco, con la mochila a su lado y la mirada fija en el móvil. El ya no le quita los ojos de encima. Ve que no habla con nadie. A su lado se sienta una pareja que se dedica sólo a sus arrumacos. La plaza ya es un hervidero de gente. Los bancos. Las terrazas. Los comercios. Hace sol y está petada. El sólo tiene ojos para ella. Casi hora y media en su punto de mira cuando ve que se levanta y cruza corriendo la calle. Desaparece. La mochila sigue en el banco ¡Es ella! -grita- Los artificieros apenas llegan al banco cuando una bomba hace explosión en la zona de las terrazas. Una masacre. En la mochila de la joven encontraron una olla a presión vacía, la llena, explosionó en el carrito del mendigo. A él lo vieron salir de la plaza cojeando, se apoyaba en un bastón.


 

 

 

 

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Minuto y resultado - Esperanza Tirado

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Mientras ellos discutían alzando la voz un tono más alto en cada palabra que salía de sus deformadas bocas, ellos ya se habían olvidado de la pelea del recreo. Aunque todavía les dolían las manos de tantos puñetazos mal dados con la poca fuerza de sus once años. Cansados de esperar a que sus padres terminasen de decidir quién era el culpable, se fueron al parque a dar una vuelta en bici. Los gritos se perdían a cada pedalada. A la vuelta ya sabrían el resultado final.

 

 

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El cielo es un lugar de paso - Marga Pérez

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El día en que quedamos tuve miedo a meter otra vez la pata. Quería que todo saliese a la perfección, me jugaba mucho y ella lo sabía así que nada podía fallar. Cargué el coche y, mientras desayunaba, consulté el tiempo. El lugar del encuentro no podía ser mejor, el día tampoco, todo estaba a mi favor. Me senté al volante, puse música country para relajar y arranqué. La había citado a las doce, más o menos a una hora de mi casa, así que iba con tiempo de sobra para preparar la zona con calma antes de que ella llegase. Cuando el coche enfiló el acantilado el pulso se me aceleró sin poder evitarlo, era un sitio sobrecogedor. La carretera bordeaba el mar a una altura de unos quinientos metros. Quinientos metros cortados a pico sobre una inmensa playa lejana, y a la vez tan cercana... daba miedo pensarlo. Su poder de atracción era como el de un imán, no podía dejar de mirar aquella inmensidad azul. Me sentía atrapado en su contemplación, desde arriba, igual que un dios contempla su obra. Era un paraje solitario, ventoso, transitado por gaviotas que vivían en recovecos inalcanzables y coronado por una gran mata verde que, como balcón sin protección, invitaba a contemplar el mar, siempre más allá. Desde aquella atalaya tenía espacio suficiente para prepararlo todo y dar el salto. El sol a aquella hora molestaba reflejando azul de mar, de cielo, de frío, de... ¡qué porras hago aquí! Ya me ha rechazado en otra ocasión ¿Estaré a la altura? La confianza que tenía puesta en mis habilidades empezaba a hacer aguas cuando vi aparecer su coche .

Llegó tan puntual como ambos habíamos previsto. El aire frío la sonrojó y alborotó su larga melena que enseguida amarró en un moño antes de enfundarse en un buzo blanco. Evitó mirarme, hablar. Se apretó el arnés y comprobó los enganches. ¿Preparado? -me dijo- No hubo más. En lo más alto del acantilado, ella y yo, nos miramos y echamos a correr hacia el abismo. Al levantar los pies del suelo sentí que tocaba el cielo con los dedos. El ala delta nos mantuvo en la misma corriente un buen rato . Vi cómo la playa se alejaba mientras sobrevolábamos el mar en calma. Sólo oía el aleteo de las velas y el latir de mi corazón bajo la presión del viento.

Subimos, bajamos, cambiamos de corriente, viramos y cuando me indicó, pisamos la playa en un lugar, conocido por el gremio, como “el nido de las gaviotas”, bastante pequeño, por cierto. Una hora volando que se pasó como un suspiro, os lo aseguro.

En cuanto nos quitamos las gafas vi su sonrisa y no me pude contener

-¿Qué, lo conseguí?

-Si, has estado fenomenal, enhorabuena, ya tienes tu licencia.

 

 

 

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Revolución - Esperanza Tirado

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 Los siguientes serían los niños, imaginó la escena: El terror podría palparse en el ambiente; alguno preguntaría por su ‘mamán, con las lágrimas cuajadas en su angelical rostro; el olor de la sangre ya seca y amarronada en el aire; los lazos y los tules de hermosos vestidos, sucios y deslucidos; el sonido de la voz del verdugo haciendo esfuerzos por subir una vez más la cuerda….El artista sintió temblar el pincel en su mano agarrotada. Sus miedos no pasaron a la posteridad. Sí su apellido.

 

 

 

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Daría lo que fuera - Marga Pérez

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Podía haber sucedido de cualquier otra manera pero sucedió, ni más ni menos, que como sucedió: Dio un portazo y no lo volví a ver...

No lo pude evitar. Se fue sin discusiones, sin voces, sin lista de agravios, sin lágrimas…

Yo cosía frente al televisor como cada tarde. El ¡sabe Dios en lo que se ocupaba en su dormitorio! Allí se encerraba al llegar del Instituto, día tras día, sólo salía para comer . Que lo hiciera después de hacerlo nosotros, no encendió mis alarmas… Siempre fue tan especial… ¿No podía ser como su hermano? Todos sabíamos que el era diferente… Sé que podía haber sucedido de otra manera pero no podemos volver atrás… Ten paciencia, ya cambiará, son cosas de la edad, el tiempo pone a cada uno en su sitio, madurará, no le des más importancia… Cuántos consejos inútiles, cuánta palabrería… ¡Si pudiera volver atrás!… Dieciocho años el día anterior: tarta, velas, abuelos, tíos… Creía que estaba feliz... Un portazo y ni una palabra… Daría lo que fuera porque no hubiera sucedido así.

 

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Como una manzana fresca - Esperanza Tirado

                                          Manzana, Rojo, Mano



El tiempo es elástico cuando no estás a mi lado. Te siento cerca, tengo tu olor, como el de una manzana fresca recién cogida del árbol. Y tu tacto, suave como la yerba segada del prao.

Te echo de menos. Cada día lo digo en voz alta, al aire que se cuela por la galería, entre los ventanales abiertos.

¿Me echas tú de menos?

Debería saber la respuesta después de tanto tiempo y después de tantos viajes. Porque siempre vuelves a tu lado del sofá, con tu rastro de yerba y manzana que despierta mis sentidos, como hizo la primera vez.

¿Te acuerdas?

Yo sí que me acuerdo, como si hubiera sido ayer mismo. Por eso mismo me da miedo escucharte decir un ‘no’. Sin olor a nada, seco y áspero.

Quizá sean imaginaciones mías, por la soledad de tantas noches que se me hacen eternas.

Y estiro y estiro el momento de encender el móvil y preguntarte qué tal te ha ido el día, allá donde el trabajo te haya hecho recalar.

Tu aroma a yerba y manzana frescas que perfuman el sofá me responden con un sí. Y con eso me basta hasta tu vuelta.

 

 

 

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No quiso quitarse los zapatos - Marga Pérez

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-Dígame todo lo que sepa de Kia – Me dijo el inspector nada más ser presentados por mi secretaria. Me cogió desprevenido así que empecé diciendo lo evidente para ganar tiempo y tranquilizarme. Le dije que era una mujer no muy alta pero delgada, de pies demasiado grandes, diría que desproporcionados … que era una mujer que llamaba la atención...con piernas largas, finas y musculosas... piernas, diría yo como de animal al acecho, dispuestas a salir corriendo tras la presa sin a penas tocar el suelo, siempre alerta, en tensión. Ya más relajado le conté que había llegado a mi despacho con pasos cortos y gráciles, sin ruido. Que parecía que flotaba... No era joven y, así y todo, me impresionó desde que entró . Quizá fuera su rostro fino y anguloso, o sus ojos, siempre entre expresivos y enigmáticos. Transmitían inteligencia, carácter ... quizá misterio. No era guapa ¿sabe? pero a atractiva no hay quien la gane, así que la contraté. No era un puesto a la altura de su atractivo pero yo quería que trabajase con nosotros. La conversación fue rápida, le dije que el puesto era para ensobrar, que tenía que incorporarse cuanto antes y que los detalles los sabría en los quince días que estaría a prueba. -Perdone, ¿qué es ensobrar?- Ah disculpe el término, es meter documentos en sobres… -¡Ah, claro! Continúe- Pues me sorprendió que contestase a mi oferta con un escueto “me interesa”. Sin preguntas . Como si supiera de antemano todo lo que necesitaba saber para tomar la decisión. No es un trabajo para entusiasmar a nadie, lo reconozco, pero... Estaría sola, y una vez aprendido es mecánico: doblar, meter en el sobre, pegar la solapa y la pegatina del destinatario, agrupar los sobres por distritos y dejarlos en los casilleros… jornada completa y, contrato fijo si superaba el periodo de prueba. De entrada es un trabajo lento pero enseguida se adquiere velocidad, sólo es cuestión de práctica y, además, sabía que lo iba a hacer bien, estaba convencido.

Los primeros días me sentaba a su lado y juntos ensobrábamos mientras le explicaba la forma de doblar los documentos, cómo introducirlos y los tipos de sobre que utilizaría según la documentación,¡ ah! Y la forma más rápida de hacerlo, es muy importante. Desde el primer día se manejaba a las mil maravillas, me sorprendió, parecía como si hubiese trabajado antes en otra mensajería pero lo negó cuando le pregunté. Si el tocho de papeles lo permitía yo procuraba llevar la conversación al terreno personal. Quería conocerla pero ella , cuando contestaba, lo hacía con monosílabos. Estaba en su mundo. Concentrada. Daba la impresión de que olvidaba que yo estaba a su lado. Ese misterio en el que se envolvía la hacía aún más atractiva. - Le gusta ¿verdad?- ¡ Claro que me gusta!... si, lo reconozco, y mucho, pero después de varias intentonas con resultados parecidos, decidí poner distancia. No soy un acosador ni me gustan las relaciones forzadas, puede preguntar, así que ella siguió sola en su guarida y yo a lo mío. -¿Sabe si tiene familia, amigos, relaciones con compañeros?- Le he dicho todo lo que sé de ella. En los casi tres años que lleva con nosotros no ha aportado ningún dato de su vida personal, trabaja sola, nunca ha faltado, no ha protestado por nada... de verdad, es una excelente trabajadora ¡ideal! ya quisiera yo que todas fueran así - La contrató a través de una empresa de empleo ¿Se puso en contacto con ellos?- Si pero no contestan.

-No se preocupe, con los datos que tenemos, seguiremos investigando. Es raro que en una semana no haya dado señales de vida, ni aquí ni en su casa, pero le mantendremos informado, tranquilo- Gracias inspector, espero sus noticias.

Cuando después de casi dos semanas me citaron en la nave de un polígono industrial de las afueras, me temí lo peor, el lugar no tiene buena fama. Antes de llegar al sitio ya vi a varias chicas exhibiéndose de forma evidente. El Ayuntamiento, con su política de acoso a la prostitución en el centro, hizo que el negocio se desplazara y llegase a este y otros polígonos de los extrarradios donde se atrincheró. Los clientes lo saben y vienen, y la policía también lo sabe... es lo que tiene mirar para otro lado. Pensaba en estas y otras cosas cuando entré en la calle de marras y vi al inspector fumando apoyado en su coche oficial. Nada más verme me pidió que lo acompañase a reconocer a mi empleada. La sangre entonces desapareció de mi cuerpo... Bueno, quizá no fuese así y sólo se concentrase en mis pies porque, al oir lo del reconocimiento, de repente, sentí que el cálido líquido desaparecía de la cara, del pecho, del vientre, de las rodillas... Fue bajando para esconderse en los pies y, en su huida, yo palidecía y quedaba inmóvil, anclado al suelo, fuertemente anclado. Fueron sólo unos segundos pero sentí que el suelo quería engullirme. Por fin logré entrar y deseé que lo hubiera hecho. Había cuerpos inertes desperdigados por el suelo. Mujeres por todas partes, hasta en mesas, estanterías…pero me llamó la atención que no había sangre, ni olor a descomposición, ni violencia. Entre máquinas, ordenadores, cables, luces y cuerpos femeninos llegamos al lugar en el que yacía Kia. Estaba tumbada sobre una balda pegada a la pared, lo mismo que otras muchas. Parecía que dormía, tenía los ojos cerrados. No se apreciaba en ella ningún signo de vida, tampoco de muerte, aunque estaba fría...Su pecho no oscilaba al ritmo de su respiración... Tampoco respiraba. Al mirar sus pies descubrí que no era humana. En su lugar había cables sueltos al lado de puertos USB para conexión de periféricos… ¿robot? ¿ humanoide ¿ mujer de mentira?. La empresa de colocación era la propietaria de todos estos seres... no sé cómo calificarlos sin que me duela, la verdad. Abandonaron el negocio, según parece, después del asesinato del máximo responsable. Un cliente sexual quiso hacerse con el control del entramado al descubrir que su acompañante no era tan humana como el pensaba. Los pies le ponían y ella no quería quitarse los zapatos … debió de arrancárselos de mala manera, así y todo, no logró que le dijera en qué consistía su mantenimiento, no estaba programada para ello. Después de varios meses las humanoides fueron dejando sus trabajos y pasando a la inactividad. Por más que miraron en su interior no lograron saber cómo hacer para que siguieran “vivas”.

Es curioso, por las prostitutas nadie preguntó abiertamente pero por las que trabajaban en empresas legales enseguida hubo movilizaciones, eran unas empleadas maravillosas...

Reconocerme tan pillado por una máquina hizo que me sintiera fatal conmigo mismo pero también que reflexionase. Siempre supe que el mundo es frío , que va a lo suyo pero soy yo el que vive en el, y además, que quiero hacerlo de la mejor forma posible, así que no me quedó otra que cambiar... me costó, yo no era así pero... ahora , antes de confiar en alguien, pido que se quite los zapatos, me tengo que proteger, es lo que hay.

 

 

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Un milagro - Dori Terán

                                       

 

Se acercan las fiestas patronales del pueblo. San Tirso y San Vicente mártires por abrazar la fe cristiana en la España romana, son homenajeados por el pueblo de Orbaneja cada 22 de Enero. Argimiro siempre ha vivido la fiesta con emoción y alegría. Se asoma muchas veces a la pequeña ermita donde se alojan los santos y habla con ellos. Sabe que son poderosos, por algo ascendieron directos al cielo tras su sufrimiento y ejecución. –“Oye Tirso, necesito un milagro, escúchame, por favor.” Y pega su cara a las rejas y les suplica con devoción. –“Tirso que mi Rosa se cure, tú lo puedes todo, eres el mejor…y si no que te ayude un poquito Vicente…a ver si entre los dos…Sabeis muy bien que todos los años os he traido mi arte, mi música y aunque me falten las fuerzas, este año mi concierto para vosotros será el mejor” Todos los años Argimiro viste sus mejores galas y lleva consigo el acordeón siguiendo solemne la procesión que glorifica a los santos. La potente melodía se expande por el camino rural con notas armoniosas. Envuelve a la fila de mujeres beatas que van cantando al son y van protegiendo con las manos las llamas de sus velas agitadas por el viento. Y envuelve a los hombres gentiles que con voz grave aportan dureza a la oración cantada, mientras los más jóvenes llevan sobre sus hombros los pasos que ensalzan a los santos. Y Argimiro soporta estoicamente el peso del instrumento y abre y cierra los pliegues del acordeón que desgranan los tañidos melódicos mientras un sudor frio recorre su flaco cuerpo por el esfuerzo. ¡Qué lejos aquellos años de juventud cuando el acordeón era una pluma para sus fuertes brazos!. Fue en aquel entonces cuando Rosa y él se enamoraron, cuando unieron sus destinos y fluyeron juntos en las alegrías y los dolores de la vida. Rosa aún no puede irse, no, no, no. Ya han recorrido el pueblo. Todo vuelve a su lugar. Argimiro corre a casa, sin pausa a la cama de Rosa y la encuentra sonriendo, con dos amapolas en las mejillas antes pálidas y frias. Se sienta a su vera, guarda las manos de ella en su regazo, eleva los ojos al cielo y exclama:-“Mañana vuelvo a tocar”.

 

 

 

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¿A qué huele el olvido? - Marga Pérez

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No he querido saber pero he sabido por Alba que Fer ha vuelto a casa, bueno, a mi casa, a aquella que dejó al marchar como si un tornado la hubiera atravesado …Perdí la cuenta ¿ un año, año y medio?. Sillas tiradas, platos rotos, cristales por todas partes, libros por el suelo, abiertos, discos regados hasta por el jardín… ¡Cuánto nervio! Diría su madre. Yo, que lo conozco bien, que viví con él bajo el mismo techo durante quince años y que sufrí en primera persona sus ataques de ira, digo ¡cuánta mala leche! Aunque se las pintaba solo para camelarme. No sé cómo siempre me engatusaba sin que me diera cuenta. Se acercaba con su mirada de animal herido, despacio, dominando la escena. No me tocaba pero, estando a unos diez centímetros de mi cara, acercaba su boca hasta mi oído y susurraba. Su olor a energía retenida, tabaco negro, barón dandy y arrepentimiento dulzón exhalado como vaho caliente en mi cuello, hacía que me estremeciera de tal manera que acababa lanzándome a sus brazos quitándole importancia a cualquier desatino que hubiera cometido.

¿De dónde sacaría aquellas palabras, aquel tono, aquella zalamería…? Eran las mismas con las que me había enamorado y el sabía que funcionaban.

Ha vuelto a mi casa convencido de que aún vivía allí. La vendí nada más divorciarnos, fue lo primero que hice. Era mía y no quería tener nada que me lo recordase, estaba impregnada de él y tenía que olvidarlo como fuera . Pensar que traía loquitas a tantas tontas como yo… No sé cómo lo hacía, era el alma de todas las reuniones, todos y todas, se lo rifaban. Contaba chistes, sabía anécdotas, relataba viajes, cocinaba, colaboraba en lo que fuera para que todos lo pasásemos bien. Cuando llegábamos a casa era otro. Mal gesto, desconfianza, control, no me dejaba tranquila, le tenía que enseñar el watsap, cada día, y lo de colaborar sólo cuando yo insistía y a regañadientes ¡Menos mal que no sabe dónde vivo! Sería capaz…Dios no lo quiera, no sé cómo reaccionaría si se me acercara... Aún me da pena, su mayor ilusión era ser militar y no dio la talla. Llevaba aquellos zapatos especiales, hechos a medida ¡un pastón! y sólo para ganar varios centímetros, pero no consiguió su sueño ¡pobre! Yo nunca tuve ese problema. Cuando salía sin el me subía a los tacones, los tenía siempre en el coche para evitar cabreos innecesarios. Cuando salíamos juntos, siempre plana, aunque soy de tamaño reducido, como el me decía.

Todavía no me creo que haya aceptado el divorcio. La verdad es que el psicólogo hizo un buen trabajo y se lo vendió como que era algo que le favorecía ¿El salir perdiendo? Nunca entró en sus planes quedar por debajo , pero lo aceptó destrozando todo aquello que se iba a quedar conmigo. A mi ya me había destrozado bastante antes de saber que me tenía que dejar, que, por mucho que le quisiera era imposible seguir juntos. Después supe lo de la otra. La conoció en el gimnasio donde pasaba varios días levantando pesas. Desde lo del ejército pasó a ejercitar su musculatura con disciplina militar, y, a ella, parece ser, que éso le ponía bastante, así que Fer salió de mi casa para vivir en la de ella… Pero ha vuelto.

No lo quería saber pero lo supe por Alba y ahora sólo soy capaz de dar vueltas como un animal enjaulado, como si nunca se hubiera ido, como si me lo fuese a encontrar aquí, en el salón de mi casa, como si fuese a invadirme de olor a energía retenida, tabaco negro, barón dandy y arrepentimiento dulzón exhalado como vaho caliente en mi cuello, como si oyese el susurro de sus palabras, como si no pudiese dejar de estremecerme atrapada en su cuerpo…

El teléfono me devuelve a la realidad. El segundo tono me intranquiliza al ver un número desconocido y pienso en no cogerlo. Seguro que alguien le dio mi teléfono... así y todo, contesto.

-Dígame -Mi voz suena con un aplomo que no siento

- Hola Mel ¿como estás?- Sólo el me llamaba así pero lo hubiese reconocido aunque me hubiese llamado de cualquier otra forma. Aquella voz de cordero degollado, de culpable arrepentido, de salvador de doncellas, de encantador de serpientes, no podía ser de otro más que de el.

-¿Qué quieres ? Le digo cortante

-Sólo saber de ti… ha pasado tiempo … Me doy cuenta que no acabamos muy bien...bueno, quiero decir, que no lo hice muy bien – dijo recalcando las palabras- he cambiado...

- Fer, está todo olvidado- Trato de poner distancia emocional pero el corazón va como una carrera de caballos.

- ¿Cómo estás?- Me interrumpe- Sólo quiero saber si tu estás bien…

-Si, si, estoy muy bien...

-Es que necesito verte- vuelve a interrumpirme con miedo a que le cuelgue- Necesito hablar contigo… necesito que me perdones, estoy tan arrepentido… No quiero nada más que verte, aclarar lo que pasó, pedirte perdón… estoy tan arrepentido… -Y se echó a llorar de forma sonora y a hablar con voz entrecortada- Perdóname no quería que esto pasara...lo siento Mel, lo siento, de veras.

Me quedé sin palabras. No sabía por dónde tirar. Había preparado esta escena con la psicóloga varias veces y ahora que era real no sabía qué coño hacer… No era mi psicóloga la que estaba al teléfono, era Fer, con su voz, con su dolor, con su arrepentimiento, con su llanto, hasta con su olor… y lo seguía queriendo. ¡Vaya si lo seguía queriendo!

Estuvimos un buen rato en silencio. El, ya sereno, seguía lloroso . Yo me empapaba de olvido, aún no sé cómo … No dijimos nada pero sabía qué era lo que tenía que hacer, colgué, apagué el teléfono, me perfumé ante el espejo y encendí el televisor. Era la hora de mi serie favorita.


 

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Morir antes de morir - Esperanza Tirado

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Los siguientes serían los niños. Al partir, un mar de lágrimas inundó a sus madres en los muelles del puerto. Muchas desaparecieron, ahogadas en el momento en que los barcos zarparon hacia puertos más seguros, lejos de las bombas. Las madres supervivientes, que lograron flotar entre las lágrimas, dejaron de vivir, esperando noticias de un hijo enviado lejos. a salvo de una bomba que quizá hiciese explotar sus corazones.

 

 

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