No
he querido saber pero he sabido por Alba que Fer ha vuelto a casa,
bueno, a mi casa, a aquella que dejó al marchar como si un tornado
la hubiera atravesado …Perdí la cuenta ¿ un año, año y medio?.
Sillas tiradas, platos rotos, cristales por todas partes, libros por
el suelo, abiertos, discos regados hasta por el jardín… ¡Cuánto
nervio! Diría su madre. Yo, que lo conozco bien, que viví con él
bajo el mismo techo durante quince años y que sufrí en primera
persona sus ataques de ira, digo ¡cuánta mala leche! Aunque se las
pintaba solo para camelarme. No sé cómo siempre me engatusaba sin
que me diera cuenta. Se acercaba con su mirada de animal herido,
despacio, dominando la escena. No me tocaba pero, estando a unos diez
centímetros de mi cara, acercaba su boca hasta mi oído y
susurraba. Su olor a energía retenida, tabaco negro, barón dandy y
arrepentimiento dulzón exhalado como vaho caliente en mi cuello,
hacía que me estremeciera de tal manera que acababa lanzándome a
sus brazos quitándole importancia a cualquier desatino que hubiera
cometido.
¿De
dónde sacaría aquellas palabras, aquel tono, aquella zalamería…?
Eran las mismas con las que me había enamorado y el sabía que
funcionaban.
Ha
vuelto a mi casa convencido de que aún vivía allí. La vendí nada
más divorciarnos, fue lo primero que hice. Era mía y no quería
tener nada que me lo recordase, estaba impregnada de él y tenía que
olvidarlo como fuera . Pensar que traía loquitas a tantas tontas
como yo… No sé cómo lo hacía, era el alma de todas las
reuniones, todos y todas, se lo rifaban. Contaba chistes, sabía
anécdotas, relataba viajes, cocinaba, colaboraba en lo que fuera
para que todos lo pasásemos bien. Cuando llegábamos a casa era
otro. Mal gesto, desconfianza, control, no me dejaba tranquila, le
tenía que enseñar el watsap, cada día, y lo de colaborar sólo
cuando yo insistía y a regañadientes ¡Menos mal que no sabe dónde
vivo! Sería capaz…Dios no lo quiera, no sé cómo reaccionaría si
se me acercara... Aún me da pena, su mayor ilusión era ser militar
y no dio la talla. Llevaba aquellos zapatos especiales, hechos a
medida ¡un pastón! y sólo para ganar varios centímetros, pero no
consiguió su sueño ¡pobre! Yo nunca tuve ese problema. Cuando
salía sin el me subía a los tacones, los tenía siempre en el coche
para evitar cabreos innecesarios. Cuando salíamos juntos, siempre
plana, aunque soy de tamaño reducido, como el me decía.
Todavía
no me creo que haya aceptado el divorcio. La verdad es que el
psicólogo hizo un buen trabajo y se lo vendió como que era algo que
le favorecía ¿El salir perdiendo? Nunca entró en sus planes quedar
por debajo , pero lo aceptó destrozando todo aquello que se iba a
quedar conmigo. A mi ya me había destrozado bastante antes de saber
que me tenía que dejar, que, por mucho que le quisiera era imposible
seguir juntos. Después supe lo de la otra. La conoció en el
gimnasio donde pasaba varios días levantando pesas. Desde lo del
ejército pasó a ejercitar su musculatura con disciplina militar, y,
a ella, parece ser, que éso le ponía bastante, así que Fer salió
de mi casa para vivir en la de ella… Pero ha vuelto.
No
lo quería saber pero lo supe por Alba y ahora sólo soy capaz de dar
vueltas como un animal enjaulado, como si nunca se hubiera ido, como
si me lo fuese a encontrar aquí, en el salón de mi casa, como si
fuese a invadirme de olor a energía retenida, tabaco negro, barón
dandy y arrepentimiento dulzón exhalado como vaho caliente en mi
cuello, como si oyese el susurro de sus palabras, como si no pudiese
dejar de estremecerme atrapada en su cuerpo…
El
teléfono me devuelve a la realidad. El segundo tono me intranquiliza
al ver un número desconocido y pienso en no cogerlo. Seguro que
alguien le dio mi teléfono... así y todo, contesto.
-Dígame
-Mi voz suena con un aplomo que no siento
-
Hola Mel ¿como estás?- Sólo el me llamaba así pero lo hubiese
reconocido aunque me hubiese llamado de cualquier otra forma. Aquella
voz de cordero degollado, de culpable arrepentido, de salvador de
doncellas, de encantador de serpientes, no podía ser de otro más
que de el.
-¿Qué
quieres ? Le digo cortante
-Sólo
saber de ti… ha pasado tiempo … Me doy cuenta que no acabamos muy
bien...bueno, quiero decir, que no lo hice muy bien – dijo
recalcando las palabras- he cambiado...
-
Fer, está todo olvidado- Trato de poner distancia emocional pero el
corazón va como una carrera de caballos.
-
¿Cómo estás?- Me interrumpe- Sólo quiero saber si tu estás bien…
-Si,
si, estoy muy bien...
-Es
que necesito verte- vuelve a interrumpirme con miedo a que le
cuelgue- Necesito hablar contigo… necesito que me perdones, estoy
tan arrepentido… No quiero nada más que verte, aclarar lo que
pasó, pedirte perdón… estoy tan arrepentido… -Y se echó a
llorar de forma sonora y a hablar con voz entrecortada- Perdóname no
quería que esto pasara...lo siento Mel, lo siento, de veras.
Me
quedé sin palabras. No sabía por dónde tirar. Había preparado
esta escena con la psicóloga varias veces y ahora que era real no
sabía qué coño hacer… No era mi psicóloga la que estaba al
teléfono, era Fer, con su voz, con su dolor, con su arrepentimiento,
con su llanto, hasta con su olor… y lo seguía queriendo. ¡Vaya si
lo seguía queriendo!
Estuvimos
un buen rato en silencio. El, ya sereno, seguía lloroso . Yo me
empapaba de olvido, aún no sé cómo … No dijimos nada pero sabía
qué era lo que tenía que hacer, colgué, apagué el teléfono, me
perfumé ante el espejo y encendí el televisor. Era la hora de mi
serie favorita.
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