¡Es
cierto! Siempre fui despistada, tremendamente despistada. En casa
decían que estaba en mi mundo, absorta, embelesada, fuera de la
realidad . Si me conociesen mejor quizá sabrían que decidiera, sin
saberlo, prescindir de ese mundo que me era hostil, que me impusieron
al echarme fuera del vientre de mi madre, y en el que tenía cero
interés. Así que nada de abstracciones ni ensoñaciones infantiles
y menos de pájaros revoloteando por mi cabeza. Despistada, éso si,
pero despistes como el de tropezar con mi padre en la calle,
disculparme y seguir caminando sin darme cuenta que era mi padre, si,
éso si, lo normal. Pero lo que pasó hoy no fue ni medio normal. Me
levanté como todos los días y fui a hacer la compra, también, como
todos los días, al supermercado que tengo en la manzana al lado de
casa. De camino veo a un matrimonio que aunque nunca hablé con
ellos, conozco de esa manera en que nos conocemos los que convivimos
en el mismo barrio. Sé que tienen una hija, muchas veces los vi
juntos saliendo de misa o en una terraza al sol, por cierto, y dicho
sea de paso, que tiene un marido guapo a rabiar. Siempre me llamó la
atención que una mujer con un encanto tan equino atrajese a un
hombre así, pero seguro que lo entendería si los conociese, seguro,
no suele fallar eso de que las apariencias engañan. Bueno, a lo que
iba, coincidimos a diario comprando o paseando por el parque… pues
hoy veo al matrimonio, solo, sin la hija, pero no como todos los
días. Ayer eran unas personas de mediana edad tan dinámicas,
activas, plantadas, que podría describirlos como joviales. Hoy eran
dos personas decrépitas, encorvadas, reducidas, arrastrando los
pies... viejas. No podía dejar de mirarles ¿qué les ha pasado? De
ayer a hoy, no lo entiendo. Al llegar al supermercado más de lo
mismo. Siempre hay personal nuevo pero, a las habituales, hoy,
alguien les habían puesto unos cuantos años encima. Las
dependientas siempre tuvieron aspecto joven, fresco, acicalado, hoy
no. Hoy, hasta las vi con arrugas y a algunas con canas, sin tinte
que disimulase la edad. La cajera por la que siempre paso la compra,
además de mayor, estaba fondona ¡mira que era curiosa esta chica!
llevaba siempre el uniforme marcando silueta que daba gusto verla tan
pizpireta ella, además de bien peinada y maquillada. ¿Cómo pudo
coger tantos quilos, y años, de ayer a hoy?. Empecé a sentir miedo.
Algo terrible estaba sucediendo y nadie era consciente de ello. Todos
seguían haciendo lo mismo que el día anterior . ¿Habría algo en
algún alimento?… ¿en el agua?... El cambio climático… ¿un
nuevo virus?... Aguantando la respiración saqué la mascarilla del
bolso, me la puse y aliviada exhalé el aire que ya me estaba
acogotando. Aunque la bolsa de la compra pesaba lo suyo, metí la
directa y en un sin vivir llegué a casa dispuesta a confinarme . Lo
primero fue poner la tele a ver qué decían del tema. Nada. Ni la
uno ni ninguna otra cadena decían qué era lo que pasaba. No podía
creer que fuese yo la única del planeta que se diese cuenta de aquel
horror… ¿igual era sólo local y las autoridades nacionales no
tenían noticia…? Llamé a Loli, no la quería asustar pero si
sabía algo me lo diría sin que le preguntase ¡buena es ella!
Llamar, ella no me llamaría, pero callar algo así llamándola yo,
¡imposible!... Casi una hora al teléfono, la verdad es que hacía
años que no hablábamos, y van a pasar otros tantos antes de que lo
vuelva a hacer… siempre igual, que si no quiero saber nada de la
familia, que si no cojo el teléfono, que si… si no fuera por ésto
¡iba a llamarla yo!... Bueno, que no tenía ni idea, no porque le
preguntase yo sino porque no me lo contó ella, y éso que temas de
edad y vejez saqué cada poco, pero nada, no soltó prenda y eso sólo
significa que no lo sabe, no tengo la menor duda. Pasé el día
entretenida con mis libros sin dejar de pensar en lo que podía estar
sucediendo fuera, y así se hizo de noche. Entré en el baño a
cepillar los dientes antes de ir al dormitorio y, sin darme cuenta,
me vi en el espejo y me paré a observar. Creo que nunca lo hice con
el detenimiento de hoy, ¡alucinante! también yo era víctima de
ese terrible mal. Alguien esta mañana me había contagiado, ayer era
joven, estoy convencida de ello, no hacía falta que me mirase, sé
cómo me sentía. Incluso esta mañana en el super me sentía igual.
Tuvo que ser a lo largo del día… ¿hasta que me vi en el espejo? …
Allí lloré viendo los años en mi rostro, la árida flacidez de mis
mejillas, las manchas, las arrugas, los ojos cansados , los surcos en
las comisuras de la boca, la frente plisada, los dientes, el cuello,
¡oh! el pelo… no quise seguir observando a la vieja en la que me
había convertido, así, de un día para otro y me acosté con la
esperanza de que al día siguiente todo volviese a la normalidad y
ésto sólo fuese un mal sueño. ¡Miedo me da a que amanezca…!
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