Entre el tanatorio y la oficina de objetos perdidos me dijiste 'Te quiero', por primera vez. Y fuimos tan felices que ese tiempo parecía que iba a durar para siempre. Pero una tarde, al volver del trabajo entré en casa, y tú ya no estabas. Ni tú ni aquel 'te quiero', ni los otros que después me dijiste. Tampoco estaban tu ropa, tus libros, tus discos… A veces paseo sin rumbo y me encuentro de nuevo en aquella encrucijada, esperando sentir de nuevo el eco de aquel primer 'Te quiero', que ya estará muerto o almacenado en alguna polvorienta estantería.
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