Para volver a meterse en el ataúd y finalizar su actuación pidió a la espectadora más joven y a la más anciana que le acompañaran en el escenario. Nadie se movió de sus butacas. El teatro se quedó en silencio. El Gran Mago se tumbó en el ataúd a esperar a que alguien se prestase voluntario. Poco a poco el teatro se vació. El mago se quedó allí. Rebautizándose como Mago Schrödinger. Aunque nadie volvió a verle. Ni vivo ni muerto.
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