Se apresuraron con el martillo y los clavos, esperando que los Hermanos televisivos acudieran a su rescate con el diseño de la casa de sus sueños. Cuando el agua de las cañerías les llegaba por las rodillas se dieron cuenta de que su reforma jamás saldría por la tele. Su pesadilla se hizo mayor al descubrir el festín que las termitas habían celebrado a lo largo y ancho de los muebles de madera; comprados de saldo en un mercadillo de antigüedades. Demoler su ruina y volver a casa de sus padres era el plan B que nunca hubieran querido poner en marcha.
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