Hace unos días puse mi casa en venta para ir a vivir al chamizo que tengo hace años en la playa y que a Rosa nunca le gustó. Ella me dijo que se iba a casa de sus padres, y la verdad es que no me importó. Hace tanto que entre nosotros no van las cosas cómo deseaba… ¿Sabes? nos acostumbramos a ir perdiendo, poco a poco aunque de manera constante, palabras, caricias, tiempo compartido, amor… No me di cuenta de qué era lo que pasaba hasta que me dieron el diagnóstico. Sin quererlo ni tan siquiera pensarlo, vi, de repente, en lo que me había convertido y no me gustó. Nada de nada. Ya me conoces, soy de espoleta retardada. No sé cuánto tiempo me quedará y quiero ser yo, libre de ataduras y convencionalismos sociales. Tú sabes que la naturaleza es mi hábitat. Soy animal salvaje. Nunca debí dejar que Rosa me convenciese. Vivir en la ciudad, sin ver el mar, con horarios, objetivos, trajes, atascos, ruidos…No sabía que lo echara tanto en falta. Fue darme el diagnóstico y ver dónde quería pasar mis últimos días. Mejor que Rosa decidiera irse, yo no era capaz de dejarla y además, allí no hay espacio para dos. Bueno, dos, siendo Rosa una. Lo había hecho para respirar yo solo, para encontrarme
conmigo mismo después de perderme en la vorágine de la gran ciudad. Si tú estuvieras cerca… Tuve que recibir un diagnóstico fatal para cambiar ¡qué paradoja! Ahora soy más feliz…”
Felipe escribía a su gran amigo de juventud mientras esperaba el turno para entrar a la consulta de su médico. Ayer su enfermera le había llamado para que fuera. No sabía por qué ni para qué, no le dio explicaciones, su tumor cerebral no era operable y aún no daba señales de tener que someterse a un tratamiento paliativo así que no sabía qué le iban a decir, aunque confiaba en ellos e iba a escuchar ¡¡no faltaba más!!.
Cuando entró en la consulta y oyó de boca de su médico lo que le tenía preparado, no supo reaccionar. No había tumor, no le quedaban tan sólo meses de vida, nada más tenía migrañas. Su diagnóstico fatal era el de otro paciente al que le habían informado que tan solo padecía de migrañas… Un fallo al poner los nombres en los informes.
Felipe se sintió flotar. Tenía otra oportunidad. Podía ser el que siempre había querido ser. Abrazó y besó a su médico, a su enfermera. Ni por un segundo pensó en el que iba a recibir su primer diagnóstico, el ya no tenía sobre su cabeza la espada de Damocles, tenía frente a él todo el tiempo del mundo. Lo demás no existía. Así que después de recomponer sus emociones, borró el mensaje que escribiera a su amigo y lo llamó. Con él había vivido algo muy especial, difícil de borrar, a pesar de intentar olvidarlo por todos los medios. No sabía si ahora, después de tantos años, iba a resultar, pero… intuía que sólo por intentarlo merecía la pena.

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